[esp] Alba Luz - Semilla en cuarentena (Diario de lunas)

Abril – junio 2020

Soy hija de todas las lobas que han venido a acompañarme en este viaje, de todos los mares que han bañado mi cuerpo material y todos los vientos que me han soplado. Me han soplado caminos donde me he visto reflejada en los ojos de otra gente.
Pues a eso he venido, a conocerme.

Todo son reflejos.

Mis ausencias y mis lamentos.
Y al final, este encierro ha sido la forma de verme a mí misma.
Y a esa loba hastiada preguntándome:

- Alba, ¿cuándo vas a liberarte?

Estoy bajo la luna y mi propio reino, y les pido que me enseñen, porque mi orgullo de personaje humano ha podido conmigo y, de querer hacer tan bien mi papel, al final, me lo he creído.

Se nos olvida que somos animales.

Y que aún le aullamos a la luna cuando nos sentimos perdidas.
Yo me aúllo también a mí, porque me sé respuesta y no sólo pregunta.
Me sé camino, y no sólo caminante.

Descubro en mí viejas sendas que no supe transitar.
Y las respiro.
Son yo.

Despiertan en mí viejos ecos que no supe interpretar.
Y los respiro.
También son yo.

Estoy en las piedras, en los bosques y en las aguas. Soy los ruidos, los silencios. Soy ventana, matriz, escudo y lanza. Soy el olor de la menta recién arrancada. Y los ojos de las lobas que criaron a sus manadas.

Si soy tantas cosas, 
¿cómo pretendo no ser también, a veces, contradicción?

Si soy carne e idea,
ciudad y cueva, 
hielo y hoguera.
Cíclica, menstruante, y a veces yerma.
A veces hija sin remedio también de la dureza,
esa dolencia esquiva que maldice mi intención con su exigencia.
Y una manía enfermiza a decir siempre , por vergüenza.

Quiero morder y me muerdo a mí.
Porque no puedo quitar de mi cabeza la ecuación que me mantiene inerte, cachorra sin suerte.

Si soy también esta pesadumbre…
¿Podré quererme?

Estoy segura de que, en un rincón de mí, late mi alma.
Y está más despierta que otras veces.
Me observa y late conmigo.
No sufre cuando sufro.
Pero sí ama cuando amo.
La cuido si me cuido.
La aletargo si me daño.

Quiero irme a dormir conmigo.
Y despertarme conmigo.
Verme en sueños y saber que ando descalza y soy mi morada.
Quiero observarme y saberme hogar.
Para mí.
Mi alma lo merece.

Soy un hogar de puta madre cuando me escucho. 

Todo lo que tenía que hacer era callar esa mente que no deja de proyectar, y preguntarme qué siento ahora. Mi cuerpo lo agradece. Me siento loba y puedo aullarme deseos que existen ahora, ahora que me encuentro en mis carnes y no en mis utopías.

He dejado de masturbar la herida.
He acogido a la niña de fuego.
Y ahora soy luz.

Y todo lo demás, también. Pero al menos ya no sufro.
Si antes la incertidumbre era una sombra enrollada en mis verdades, hoy se torna mi aliada para combatir ese necesito controlarlo todo que anda perturbando mi paz desde hace tanto.

Cuánta belleza descubro entre las ramas de mi bosque cuando, la que prometía ser una de mis muertes, ha acabado convirtiéndose en mi luz.
No estoy dirigida por nadie, pero noto mi dirección naciendo de mi bajo ombligo cada vez que me atrevo a decir joder, por ahí no, o cuando siento nacer de mi pecho el ansiado estoy brotando, debe de ser por aquí.

Mujer brújula 
desde que escucho con la víscera y opino con la mirada.
Ya no necesito batallar nada.
Defiendo con mi calma la belleza de la vida.

(…)

Llevo marcadas en el alma todas las veces en que no me he querido y, aun así, sigo conmigo.
Las raíces en las plantas de mis pies saben de conexiones y ya no sólo de amarres.
Mi corazón ha aprendido a escucharse y no sólo a servir y a quejarse.
Y mi sonrisa de lince aparece cada vez que me descubro queriéndome más de lo que le gusta al sistema roto y sin alma. 
Y así me quiero aún más; mundo normativo, te jodes.

De la jaula al templo 
sólo hay una luz 
que me guía adentro.

Cuando me dejo invadir, 
mi cuerpo reacciona y se contrae. 

Gracias por avisarme, templo. 

Este cuerpo que habito mediatiza mi experiencia con el mundo. 
Cuanto más me cuide, más cerca estoy de mi fuente. 
Cuanto más descubro de mí, más me doy cuenta de que ya me conozco. 

Esta sabiduría que tengo en mí misma me acompaña desde siempre. Sólo necesito despertarla. 
Despertarme.

“Mi proceso” me comía.
Ahora me comen las flores que crecen a mi alrededor.
He brotado y soy vida.

¿Y sabes qué? No hay prisa. Sólo estoy absorbiendo. No necesito hacer nada más que disfrutar el viaje. Hoy siento la bendición de permitirme vivir, aun con miedo, aun con duda. Abrazando esa vulnerabilidad que me hace humana. No quiero tener prisa por crecer, porque nadie ni nada me está esperando. Mi único deber es disfrutar, porque es la única manera de darle al mundo lo que tengo para él. Estoy empezando a sentir la llama. Todo ese fuego está disponible para mí. Nacemos preparadas para asumirlo, aunque se nos olvide con los años.

Quizás los retos de esta era sean otros, pero sé que tengo la valentía de mis ancestras. También su dulzura y vulnerabilidad.
Y algo igual o más importante:
Tengo mi perdón.
Y el permiso de ser proceso, y no resultado.

Me permito mi espacio propio,
Observo la herida de la niña
Y asumo mi fuego.

Por fin me dejo en paz.

(…)

Esta noche de luna llena en Escorpio dicen que todo lo oscuro resurge para ser visto y limpiado. Yo no puedo evitar salir a tender mis miedos que, aunque me hacen quien soy, también me comprometen a no ser nada más que yo. Y hoy vengo a eso. A decirme que no me hace falta ser nada más. Ni nada menos. Que me gusto así de libre y esclava de mí y de todo lo que me rodea. Quiero comprometerme conmigo. Siento una bendición el espacio que tengo en mí. Haberme dado cuenta de que mi forma no es más que forma; que el dolor no es más que aprendizaje; que el amor no es más que la confianza que pongo en ti para ser vulnerable contigo y dejarme cuidar. Voy a dejar de preguntarme por qué ocurrió. Para agradecerme que ya aprendí a ponerme a salvo.
Estoy a salvo conmigo.
Y quiero hacerme feliz.
Ahora sé que puedo hacerlo.
Porque me escucho. Me conozco. Y me quiero.
Nada puede romper eso, sólo yo. Y por eso estoy a salvo.
Porque quiero vivir mis días conmigo.

Gracias, ancestras, por traerme hasta aquí. Os llevo conmigo y enciendo velas para honraros. Con respeto y amor, hago mi camino, para serme fiel cada noche de mi vida y a cada duda. Claro que tengo miedo. No sería humana si no lo tuviera. Y con él, avanzo. Me descubro. Y me amo.

Hoy abro la puerta a lo que soy más allá de la forma. Gracias por darme luz en mi camino. Por hacerme saber que soy valiente, guerrera y compasiva, como vosotras. Amo cada don que me ha sido otorgado. Os pido que sigáis conmigo. Con vuestra luz puedo seguir avanzando. Vuelvo a la fuente y sé que somos parte de lo mismo. Gracias por guiarme.

Y a la niña que no nació para que pudiera nacer yo... Gracias por tu visita, por el aviso y el aprendizaje. Gracias por ser el espejo que necesitaba ver. No sabía a dónde iba y quería controlarlo todo. Me dolió y se llevó muchas cosas consigo. Pero nací y estoy despierta. Gracias por dejarme ir. Ahora yo te dejo ir a ti. He aprendido a cuidarme como te habría cuidado a ti.

Ahora viene el reto de hacer las cosas con tiempo, darme espacio para observar cómo han caído las estructuras del pasado y empezar a asentar nuevas bases para lo que comienza.

Esta vez intentaré que mis pilares no sean tan rígidos, porque sé que algún día también caerán. Y así lo quiero.
Cada vez que el hogar que construya me limite en lugar de acogerme, soltaré los amarres. Golpearé con el martillo de la duda y lloraré sobre mi antigua vida. Para darle las gracias por dejar sitio para algo que me haga más feliz.
Porque cada vez que asumo una pequeña muerte con la humildad de quien se entrega en confianza a lo que está por venir, estoy más cerca de dejar de morir en vida.

Cada cambio nos prepara para el gran cambio, transmuta nuestro silencio.

Gracias. 
Dejo aquí una parte del camino.
Y sigo.
Conecto con mi luz,
asumo el miedo a soltar lo conocido,
y reanudo el vuelo.

Lo que llevo ahora aprendido tiene mucho que decirme.

Sigo el camino hacia mí misma.

Conmigo.



* Alba Luz es una artista multidisciplinar y activista feminista graduada en Filosofía por la UAB y formada en teatro musical y terapias holísticas. Es cantautora y colidera las bandas musicales Luz Mutante y Quejío (ex Chapaos a la nueva). En 2021 publica su primer poemario, Espacio propio. Vive en Barcelona.



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