[esp] María José Escobar Opazo - Desigualdad de género en el ámbito laboral durante la pandemia de Covid-19

“La pandemia del Covid-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región” [1]. Así se titulaba un comunicado de prensa de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe del 10 de febrero de 2021. Por otra parte, el sitio web del Parlamento europeo titula “El impacto del Covid-19 sobre las mujeres”, detallando que “alrededor del 84% de las mujeres de 15 a 64 años trabajan en el sector de los servicios, que se ha visto muy afectado por la pandemia” [2].

La igualdad de género ha sido una larga lucha de reivindicaciones y retrocesos. En la actualidad se encuentra garantizada por los tratados internacionales de Derechos Humanos, y a nivel local, promovida en el Tratado de la Unión Europea, siendo un principio clave del Pilar Europeo de Derechos Sociales. Así, desde los derechos básicos como educación, sufragio, o los más avanzados como es el control de nuestro cuerpo, incluida la maternidad, y las discriminaciones que debemos sufrir en todos los ámbitos en que nos movemos. En materia laboral no es una excepción. Las discriminaciones que debemos vivir cuando nos enfrentamos a la búsqueda de empleo, con prejuicios en relación a nuestra vestimenta o si tenemos hijos(as) o los(as) tendremos, o si vivimos algún periodo fuera del mercado laboral por dedicarnos al cuidado de estos últimos o de algún familiar, hacen que desde el inicio estemos en desventaja con respecto a los hombres. Asimismo, la brecha salarial que debemos enfrentar, el acoso laboral y sexual, las medidas de protección sin perspectiva de género, y la doble presencia de las mujeres en el trabajo y en las tareas del hogar, siguen siendo una piedra de tope para el ingreso y posterior progreso de las mujeres en el mundo del trabajo.

La pandemia de Covid-19 no ha hecho más que acrecentar dichos obstáculos, haciendo retroceder años de reivindicaciones ganadas, aumentando además la brecha en comparación al nivel de desempleo de los hombres. Estas abrumadoras cifras son el resultado de causas relacionadas principalmente a la doble presencia de las mujeres, en el trabajo y en el hogar, y a la discriminación de género en el mundo laboral. 

Haciéndose cargo de la primera rama de causales como he llamado ‘del hogar’, se encuentran las labores de cuidado, tanto por la falta de corresponsabilidad en la crianza de los hijos e hijas, como también en las labores de cuidado de algún familiar catalogado dentro del llamado grupo de riesgo del nuevo virus. Es así como las mujeres han debido realizar mayor cantidad de labores domésticas, en relación a estos deberes, otorgados a la mujer desde la antigüedad, en algunas culturas. Y esto es así, ya que, en vez de fomentar la corresponsabilidad con los hombres y la sociedad, hicimos que dichas funciones fueran traspasadas a otras mujeres que  debieron hacerse cargo del cuidado de niños y niñas y de adultos mayores o familiares con discapacidad, manteniendo así la figura patriarcal de los cuidados. 

Cuando entramos en la cuarentena, necesaria por lo demás, vimos cómo las escuelas y guarderías debieron ser cerradas, quedando así, de forma obligatoria, los más vulnerables dentro de casa. Esto hizo aumentar la carga de trabajo de las mujeres, quienes se vieron devueltas al hogar, a lo que se sumó el trabajo a distancia en la mayor cantidad de funciones profesionales, y en las que no era posible, suspendiéndolas de manera casi permanente. 

De esta manera, las mujeres se vieron obligadas a quedarse en casa y tener que convertirse a los roles de profesoras, enfermeras, además de tener que hacer el aseo, las compras, entre otros, teniendo que rendir al mismo tiempo en las tareas exigidas en los trabajos en los que era posible la realización a distancia. Por otra parte, quienes vieron suspendidas sus remuneraciones por el cierre de los locales en que trabajaban, debieron a su vez despedir a quienes ejercían estos roles en su hogar, pasando a ocuparlos ellas mismas, con la correspondiente preocupación e incertidumbre de no contar con recursos. 

Toda esta incertidumbre ha acrecentado además los conflictos en salud mental en las mujeres, aumentando el desánimo, la falta de vínculos, el estrés y la depresión.

Sumado a ese obstáculo, nos encontramos con el avance en las discriminaciones respecto al ámbito laboral. Es bien sabido que esta crisis económica, derivada de la pandemia, ha visto trastocado un sector de la economía en el cual se encuentran fuertemente activas las mujeres, esto es, el área de servicios. Según el artículo del Parlamento europeo [3], un 84% de las mujeres de 15 a 64 años ocupan este sector, como se mencionó  anteriormente, razón por la cual vemos una gran alza en el desempleo. 

Es necesario, además, destacar que un 30% de las mujeres que trabajan a tiempo parcial en la UE son trabajadoras informales, no encontrándose por tanto amparadas por el derecho del trabajo y por ende sin sistema de seguridad social que las proteja. Estas mujeres han visto mermados sus ingresos sin poder optar a la ayuda estatal ofrecida por desempleo o bajas en las remuneraciones.

Por otra parte, vemos que existe una mayor discriminación e impacto en las mujeres que aún se encuentran activas en la fuerza laboral, como es el caso por ejemplo de los trabajadores sanitarios. Dicho artículo revela que en la Unión Europea alrededor del 76% de estos últimos, son mujeres. Asimismo, las llamadas labores esenciales, no se han visto detenidas, pero quienes las llevan a cabo sí han visto precarizado su trabajo, como es el caso del personal de supermercados, el cuidado de niños y niñas, o el personal de limpieza y ayuda a domicilio. Estas mujeres se han visto más expuestas al contagio y a jornadas laborales más largas, precarizando sus derechos laborales y su calidad de vida y de sus familias.

Cabe señalar que estas cifras promedio se han tomado como referencia con datos recogidos en la Unión Europea, existiendo una diferencia sustancial entre los países miembros. Por lo que, si extrapolamos estos datos a zonas con menor desarrollo económico como América Latina, la diferencia es aún mayor y catastrófica. 

Por último, y como parte del diagnóstico, debemos hacer hincapié en el aumento de la dependencia económica de las mujeres en relación a una figura patriarcal, aumentando por lo mismo la violencia de género, por la que se ha luchado tanto para su erradicación estos últimos años, y la que ha terminado con la vida de tantas mujeres asesinadas por hombres.

Pero toda esta crisis en la que estamos inmersos debemos enfrentarla con altura de miras y enfocarnos en el desafío y en la oportunidad de deshacer estereotipos arraigados. Es por lo que la labor de los nuevos gobernantes deberá ser aún más profunda y sumida en políticas públicas con enfoque de género. Hoy la tarea es igualar los derechos laborales por maternidad a hombres y mujeres, es decir, postnatal y licencias vinculadas a la filiación, de ambos padres. Asimismo, las redes de protección social deben ir enfocadas a la igualdad de género, sin anteponer la labor de cuidado como algo propiamente femenino. Por otra parte, es de gran relevancia contar con un mayor fomento a la contratación de mujeres y regular las nuevas plataformas de trabajo (la llamada “uberización” de servicios) a fin de disminuir al mínimo la informalidad. 

De la misma manera, las políticas económicas enfocadas en la reactivación deben contar con perspectiva de género, promoviendo los sectores más afectados por la pandemia y en los que existe mayor presencia femenina, y no como suele ocurrir, fomentar el rubro de la construcción u otros. Por otro lado, a fin de derribar mitos patriarcales y eliminar de raíz discriminaciones históricas, la capacitación y reconversión de mujeres a empleos que han sido denominados masculinos puede ser una política de avanzada a nuestros tiempos. 

Finalmente, esta crisis puede llevar a repensar la sociedad en términos estructurales, si ponemos el esfuerzo en cada uno de los sectores de poder. Con esto hago referencia a las autoridades de los poderes del estado, como también a los gobiernos locales y a las organizaciones sociales, fomentando la participación de mujeres en los liderazgos.

Debemos esperar, por tanto, que esta macabra crisis pandémica sea un futuro renacimiento en cuanto a derechos se trata, con objeto de lograr un equilibrio en la sociedad, haciéndola mas justa y equitativa, y que las décadas de retrocesos puedan recuperarse, fundando así una comunidad que deje fuera al patriarcado para siempre.


[1] https://www.cepal.org/es/comunicados/la-pandemia-covid-19-genero-un-retroceso-mas-decada-niveles-participacion-laboral
[2] https://www.europarl.europa.eu/news/fr/headlines/society/
20210225STO98702/l-impact-du-covid-19-sur-les-femmes-infographie
[3] Ibid.


* María José Escobar Opazo
Abogada en Chile ; Master en Derecho del Trabajo y Seguridad Social Université Paris 1, Pantheón Sorbonne ; Master en Derecho Constitucional y Derechos Fundamentales Université Paris 1, Pantheón Sorbonne ; Socia fundadora de D.E. Abogados.




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