[esp] Karin Lindqvist Kax - Mis reflexiones sobre el feminismo cotidiano inspiradas en la cultura sueca del "lagom"

He empezado una guerra.

No es una gran guerra, es una guerra cotidiana minimalista: una guerra sueca lagom. (Lagom es una palabra sueca que se traduce como algo intermedio, ni demasiado grande ni demasiado pequeño, lo justo. Lagom está en el alma del pueblo sueco).

No se trata de las luchas dramáticas en blanco y negro de la juventud, sino de la lucha obstinada y templada de la mediana edad. La lucha larga y duradera que, me parece, las mujeres llevan a cabo con grandeza.

Mi lucha surgió de cosas sencillas que le ocurren a mi hijo de 9 años en la escuela. La idea se me ocurrió al preguntarle, por centésima vez, si a alguien en la escuela le había gustado su nuevo corte de pelo o si les habían parecido geniales sus nuevos zapatos. La respuesta era siempre negativa y se sentía muy decepcionado. Mi hijo tiene amigos y amigas, y hay un buen número de adultos alrededor. Sin embargo, nadie se había dado cuenta, ni se habían tomado el tiempo y el esfuerzo de mostrarle aprecio. Me pregunté por qué.

El comportamiento de los niños suele ser un reflejo del de sus padres. Los niños nunca hacen lo que nosotros queremos, sino siempre lo que nosotros hacemos. (Por desgracia, mis hijos son muy malos a la hora de limpiar, pero su vocabulario en cuanto a maldiciones es sorprendente). Cuando era niña nos mostrábamos aprecio y recuerdo esa agradable sensación de sentirse orgullosa de llevar un jersey nuevo o de obtener altas calificaciones en un examen. Ser visto y apreciado es un sentimiento agradable, tanto para los niños y niñas, como para los adultos. Les ayuda a verse a sí mismos como parte de la sociedad, lo que es vital para mantener la igualdad, la aceptación y la equidad. La falta de esto en el colegio de mis hijos sólo puede achacarse a sus padres, ¡qué vergüenza!

Bien, ahora están quizá pensando que éste es un problema relativamente pequeño comparado con otros sufrimientos en el mundo. Suecia es uno de los países mejor clasificados en cuanto a libertad e igualdad.

Sí, en Suecia hemos avanzado mucho, pero todavía quedan varios caminos por recorrer, y hay muchos obstáculos por delante. Tengo un sinfín de ejemplos en los que he sido tratada de forma desigual por mi género. Y veo que está cambiando rápido hacia una sociedad más desigual, lo cual me molesta. Este cambio está ocurriendo especialmente entre las generaciones más jóvenes. ¿Por qué ocurre esto? Probablemente hay muchas razones para ello y enumerarlas llevaría mucho tiempo. Lo que puedo decir es que los problemas de Suecia difieren de los de muchos otros países, nuestra lucha es por mantener nuestros estándares (y en el mejor de los casos, por supuesto, elevarlos), pero es difícil iniciar una lucha por algo en un país que da por sentados sus privilegios. ¿Por qué luchar por algo que ya se tiene?

Lo que necesitaba no era encontrar la causa de este problema. Necesitaba encontrar una solución. Quería acabar con un mal hábito y hacer que los niños del colegio de mi hijo empezaran a apreciarse y a situarse en una perspectiva más amplia. Y por eso mi guerra comienza con mi pequeño e inteligente hijo como arma.

-Si tú empiezas, le dije, los demás te seguirán. Trata a los demás como quieres que te traten a ti, y un día cambiarás el mundo. Los venceremos mediante la amabilidad.

A medida que mi hijo difunde el aprecio en el aula, yo sigo hablándole a los adultos que trabajan en su escuela de la importancia de ser apreciado. Les pido a los adultos que muestren aprecio para que los niños y niñas puedan aprender. Me he convertido en "esa" madre por la que todos suspiran: "¡Oh, no, otra vez ella!". Seguiré luchando, tenazmente, durante años y años. Mi hijo y yo seguiremos diciendo que nos gustan los zapatos de alguien y que han hecho un gran trabajo. Para mí es un derecho humano ser apreciado, ser visto. No tenemos que cambiar el mundo entero, sólo tenemos que cambiar a una persona cada vez. El cambio vendrá de los actos más pequeños. Este es mi activismo lagom cotidiano.

...

No puedo escribir sobre el feminismo sin presentar a mi abuela, Irma. Nació en 1918 y crió a una familia de cuatro hijos siendo a la vez empresaria. Creció en condiciones familiares pobres, ya que en aquella época Suecia era uno de los países más pobres de Europa. De niña limpiaba suelos en una carnicería a cambio de un trozo de salchicha. A mi abuela siempre le gustó la salchicha.

Trabajaba mucho y eso le permitió montar su propio negocio. Se convirtió en peluquera de alto nivel, su negocio floreció y pudo comprarse una casa de vacaciones junto al mar. Viajó como turista a Grecia y España. Todo un logro para una mujer de la época. ¡Qué mujer era!

Cuando yo era adolescente, le pregunté a mi abuela cómo era la vida durante la segunda guerra mundial y, con los ojos y los oídos bien abiertos, me preparé para las historias de dolor y sufrimiento. Pero ella me dijo: "¿La guerra? No me acuerdo mucho, tenía muchas otras cosas que hacer".

La adolescente que yo era se sintió bastante decepcionada con esta respuesta, que distaba mucho de lo que había esperado. Ahora, siendo una madre de mediana edad con un negocio propio y dos hijos, la entiendo. Cuando mis nietos me hagan las mismas preguntas sobre cómo era la vida durante la gran pandemia, mi respuesta será probablemente la misma. La historia tiene una forma curiosa de repetirse.

Mi abuela encarna para mí el feminismo y estoy segura de que nunca pensó en eso, en absoluto. Simplemente fue a por ello, lo cogió y lo vivió. Vio las posibilidades. Gracias a ella, y a otras como ella, las mujeres suecas han heredado la igualdad y la libertad. Un regalo que las mujeres trabajaron muy duro para conseguir. La historia de mi abuela me lo sigue recordando. Debemos cuidarla y hacerla prosperar. Si no tenemos éxito en esta tarea, la herencia de nuestra abuela a nuestras nietas será menos libertad y menos justicia. Tan firmes como los soldados que custodian el castillo real de Estocolmo debemos mantener nuestra posición. Nuestra libertad conlleva una responsabilidad.

...

Cuando me pidieron que escribiera un artículo para esta revista, me sentí muy intrigada. Hay muchas cosas que decir y he intentado resumir sin perder mi punto. Quería escribir mi opinión acerca de lo importante que es la historia para el feminismo, tanto ahora como en el futuro. La idea de que todos y todas somos parte de algo continuo es tan bonita y me da fuerza para mantenerla. También quería abordar los problemas de un país que se considera igualitario. Creo que mi país aún no es lo suficientemente bueno y que hay nuevos problemas que debemos resolver. Nuestro mayor reto es mantener nuestro nivel. Por último, quería escribir sobre la lucha en la que estamos inmersos mi hijo y yo. Todavía somos nuevos en esto y él aún no ha recibido ningún aprecio de vuelta, pero sigue dándolo tanto como un niño de 9 años es capaz de hacerlo. Me encanta la fuerza de los pequeños actos cotidianos. Los actos que no son demasiado grandes ni demasiado pequeños, es lagom, como nosotros, los suecos.



* Karin Lindqvist Kax
Soy una multiempresaria de 40 años y madre de dos niños. Tengo una gran pasión por la historia del folclore, que a menudo relaciono con mi trabajo. Creo que todo es posible y nunca he superado la sensación de que puedo cambiar el mundo.



[1] Traducido del inglés por Andrea Balart-Perrier.




No hay comentarios:

Publicar un comentario