[esp] María Paz Contreras Buzeta - El Kybalion: Reflexiones acerca del Todo, lo femenino y la pintura abstracta

Luego de graduarme de derecho, hace 14 años decidí dedicarme absolutamente a mi carrera pictórica. Llevaba ya 10 años pintando periódicamente en talleres y cursos, pero quise hacer el giro y escuchar el llamado de mi pálpito artístico.

Siempre sentí mucha afinidad por la pintura abstracta. Admiraba mucho a Joan Miró, Willem de Kooning y Henri Matisse, por lo que comencé a investigar en Estados Unidos dónde podrían dar clases de pintura del estilo que me interesaba. Buscando recomendaciones por aquí y por allá di con la Escuela The Art Students League de Nueva York, en Manhattan. Una escuela compuesta por diversos talleres de pintura, grabado, dibujo y escultura. Al ver el listado de pintores que dictaban clases vi la obra de Knox Martin, pintor newyorquino contemporáneo a los grandes expositores del expresionismo abstracto como Mark Rothko, Jackson Pollock, Willem de Kooning y Franz Kline entre otros. Me fasciné con su obra. Realmente sentí un llamado imperioso a tomar sus clases. Por lo que me contacté por teléfono con la Escuela para inscribirme en su taller, pero lamentablemente su clase ya estaba llena.

Aun así me decidí a viajar y tomar clases con otros pintores de la escuela. Pero para mi sorpresa, el segundo mes de mi estadía en Nueva York un cupo en la clase de Knox Martin se abrió y hubo una lotería. El cupo lo gané. Por lo que entré al taller y desde ese entonces mi vida dio un giro confirmado. El me alentó a dedicarme por completo a la pintura. Por lo que desde el año 2007 hasta la fecha he realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas en Estados Unidos, China, Londres, Colombia, México y Chile, al igual que exposiciones virtuales realizadas en conjunto a la plataforma Ironic Art Nation de Portugal. Junto con eso he realizado dos importantes residencias artísticas en China, en el Swatch Art Peace  Hotel de Shanghai y en el Hotel Jungtels en Hangzhou.

Mi carrera pictórica abstracta se ha desarrollado en conjunto a una profunda investigación al libro ancestral hermético egipcio El Kybalión. Este texto contiene las 7 reglas acerca de cómo funciona el universo (mentalismo, como es arriba es abajo, vibración, polaridad, ritmo, causa y efecto, y género).
 
Todas estas reglas aluden a que todo tiene un lado activo y uno pasivo, como un Yin y un Yan. Y que ambos lados contienen el todo, lo neutro, lo que trasciende. Una de sus reglas es la regla del género, por la cual todo tiene un lado femenino y masculino. Y al decir “todo” también entonces se incluye que  lo masculino contiene el femenino, y el femenino, a su vez, contiene lo masculino. 

Es este concepto del TODO el que ha sido objeto de mi trabajo, tomando como base el lado Occidente y el Oriente del mundo. El lado Occidente vendría a ser lo masculino, el “Yan” y el oriente lo femenino “Yin”. En mis investigaciones descubro que mágicamente el número 7 oriental se escribe exactamente igual al número 7 occidental, pero de forma invertida, como si fuesen reflejos el uno del otro.

Al juntar esos números descubrí un nuevo símbolo que grafica de forma muy similar lo que en Oriente se denomina Centro, al que denominé “Alquimia de la Paz”.  Así con este símbolo culminaría mi investigación del Kybalion y  graficaría EL TODO, el postulado principal del Kybalion.

Ahora bien, ahondando más en el tema, ¿qué sería entonces lo femenino en sí mismo? Lo femenino es la fuerza más abstracta y fluida que tiene el universo. Es la fuerza intuitiva, la fuerza perceptiva, la fuerza  receptora.

Y en este sentido, esta fluidez innata de aquello que llamamos “femenino” (como energía) busca y encuentra de forma muy mágica en la pintura abstracta una forma muy natural de manifestarse, por cuanto una pintura abstracta goza de fluidez, percepción y no tiene etiqueta por cuanto no son definibles figuras reconocibles en ella. De ahí su término “abstracto”. 

Por mi experiencia estos años, estoy muy sorprendida de la cantidad de mujeres que tienen una fuerte voz en el mundo de las artes contemporáneas con absoluta visibilidad en galerías y museos, con especial relevancia en NYC.

Ahora yendo más allá, creo que en las artes visuales, como en todo arte, el género en sí mismo de quien realiza la obra pierde relevancia, por cuanto es el resultado, la obra en sí misma la que nace al mundo, independiente de su creador. El arte en sí mismo es un acto andrógino, un acto neutro. Por lo que uno puede ver en una pared diversos cuadros pintados por hombres y por mujeres, y la verdad, puedes no notar la diferencia en cuanto a cuál fue el género del autor.

Esa energía del todo, la energía neutra, la energía primaria, la manifestación no discriminada es lo que el mundo creo debiese enfocar su atención. El fin último de lo humano trasciende lo que llamamos femenino o masculino, sino que alude más bien a la fuerza superior divina, o de la fuerza natural que concentra los infinitos misterios del universo.

Espero el enfoque interno del ser humano, ya sea hombre, o ya sea mujer, sea el de encontrar aquella manifestación superior de elevación de consciencia, por medio de la cual toda etiqueta de nombre, raza, género, edad, es limitante al lado de la grandiosidad de la energía que nuestro cuerpo contiene.



* María Paz Contreras Buzeta (PAZ); (Chile, 1981), Artista e Investigadora. Estudia Pintura en The Art Students League of New York. Se dedica a la pintura, curaduría de exposiciones y creación de símbolos que unen el Oriente con el Occidente, con base en el texto ancestral hermético El Kybalion. Su perfil de Instagram es @pazpainting.




© PAZ.




[fr] Anaïs Rey-cadilhac - Ce que la monogamie vient nous signifier

En promenant mon vélo sur les quais nonchalants du Rhône, j’ai balancé un peu dans ma tête les déjections de ces jours brumeux qui m’avaient maintenu le corps bien accroché au lit. Mes jambes pédalaient et en moi s’inscrivait la certitude que toute la joie de ma vie avait été inscrite dans le mouvement, la mobilité, la certitude de l’espace ouvert et de l’identité à redécouvrir. De cela, j’étais certaine : chaque avatar que je créais pour moi-même m’était indispensable. Et il y avait cette personne-là qui m’avait donné envie de m’arrêter, pour une fois, d’essayer d’inscrire dans la continuité cet amour à la fois incertain et tout à fait réel. Une dualité étrange s’inscrivait dans ma relation avec cet homme, qui était aussi un enfant et mon amour. Mon amour et deux enfants, une ingénuité recroquevillée dans les plissures d’un lit partagé. 

Il était ce rire cristallin que j’avais oublié dans les tiroirs d’une enfance enfumée et dissipée dans la promesse d’une maturité impitoyable. Et aussi, il y avait Moi et le rire, le rire avec moi et ces volutes de plaisirs décadenassés ; après tellement de temps- qui parvenaient à me faire voir que la jouissance ne serait pas toujours après la porte obscure, qu’elle était là et que petit à petit elle me montrerait certainement la possibilité de cette ailleurs lumineux. 

Je l’aimais et je voulais plus encore de ces rires, de ces éclats de jouissance, de cette complétude si rare de notre relation ; je le voulais pour longtemps mais mon besoin des autres m’était aussi nécessaire dans cette quête éperdue d’affection et de chaleur humaine. Je le veux dans 6 mois, dans un an, dans deux ans et jusqu’au bout sans épuisement, je le veux tous les jours dans la certitude de mon corps mais j’ai aussi besoin de projeter mon désir d’être avec autrui dans d’autres identités spectrales qui, pendant une heure, s’appelleront Amour, Désir ou Chaleur, et qui bientôt s’évanouiront dans l’évanescence de leur insouciance. Ils ne sont que pour une heure, mais la partie de moi qui les recherche ne se fatigue pas d’exister.

A 23 ans, j’ai appris que je n’étais pas seulement une enveloppe corporelle attrayante. Que l’homme-partenaire voulait aussi en moi l’amie, l’intellectuelle, la passionnée, la cycliste, et toutes les autres. Ainsi, que l’amante soit un personnage qui se donnait en spectacle sur plusieurs scènes ne remettaient plus en cause l’entièreté de ma relation avec celui-là qui était mon compagnon. 

Les pieds pédalent et mon esprit chavire dans les contradictions sans bornes de moi-même, dans les limites insoupçonnées de ma liberté.

Il y avait Amour et bien plus encore, il y avait Amour et l’eau du Rhône, il y avait l’idée d’Amour et son existence dans la consistance de ma vie, il y aura sûrement une autre fois, les berges et la recherche, les péniches bien fixées dans leur illusion de voyage et le besoin insatiable d’être comblée et heureuse à la fois, d’obéir à cette injonction stupide d’une société qui nous invite à éviter toutes les frustrations pour nous mener vers les ravines de ce manque ultime, celui de la conscience à soi-même. 

Rêvons, rêvons donc de la liberté sexuelle, de l’espace insatiable de nos expériences érotiques, fuyons toujours dans la large brèche de l’ignorance de toute chose pour y trouver ce que nous n’avons pas, ce que nous n’aurons jamais épuisé de rechercher.

Et quand nous aurons fini d’arpenter cycliquement les bords de nos incertitudes, trouvera-t-on un espace entre la normativité étouffante du couple monogame et la claustrophobie relationnelle aliénante ? 



* Anaïs Rey-cadilhac, 25 ans ; intérêt pour la littérature, les sciences sociales et l’interculturalité de manière générale. Après des études à Lyon, je vis actuellement à Montpellier ma ville d’origine où je donne des cours de FLE (Français Langue Etrangère).




[esp] Camila Alegría - Olga Tokarczuk y la reivindicación de la ternura

"Finalmente solo las criaturas que nunca escribieron
cartas de amor son las ridículas". F. Pessoa
 
Tanto la belleza como la ternura han sido espacios históricamente relegados a la mujer. Con históricamente me refiero a que gran parte del mundo que conocemos -y por muchísimos siglos-, ha asumido como tácito este posible vínculo, y lo ha aceptado como si se tratase de una verdad natural. Y por mucho que hoy en día tengamos los medios que permiten desacreditar la teoría del instinto materno –por poner un ejemplo-, no podemos anular el peso de los años que llevamos de imágenes construidas. Pero, en todo caso, ¿de qué hablamos cuando hablamos de ternura?

Cuando buscamos en el diccionario los conceptos “ternura” o “tierno”, aparecen algunas definiciones de naturaleza diversa: por un lado están aquellas que apuntan al “cariño” y la “dulzura”, y luego lo “sensible” entabla un puente con palabras como “blando”, “inmaduro” o “propenso al llanto”. Este mapeo superficial me ayudó a entender mi propia reticencia a la palabra, en primera instancia. Estas definiciones se complementan con ejemplos, que en su mayoría mencionan a niños y mujeres.

"Es una mujer muy tierna con sus hijos".
"Es una mujer muy tierna con todos los niños".

La infantilización de la mujer a través del lenguaje –o su reducción a la figura maternal- no es algo nuevo. Supongo que esta información, que de alguna manera ya estaba dentro de mí, detonó el porqué de este ensayo, al contraponerla con el discurso de la autora polaca Olga Tokarczuk (ganadora del nobel de literatura del año 2018), que, cuando recibe el premio, habla sobre la reivindicación de la ternura. Ese conjunto de palabras, o, más precisamente el anteponer “reivindicación” frente a “ternura” cobraría, más adelante, un sentido épico para mí.

Hace un tiempo me inmiscuí en un breve estudio sobre la palabra belleza, y logré desmitificar una serie de ideas que se construyen de forma muy superficial o reciente sobre este concepto. Luego me reencontré con aquella frase de Dostoievski: La belleza salvará al mundo, y pude entenderla desde otro lugar. Un lugar que mucho tiene que ver con lo que propone Olga Tokarczuk cuando habla sobre la ternura.

Entre otras cosas, la autora dice que la ternura "es la forma más modesta de amor. Es el tipo de amor que no aparece en las Escrituras o en los Evangelios, nadie la jura, nadie la cita. No tiene emblemas o símbolos especiales, ni conduce a la delincuencia ni a la envidia inmediata.… La ternura es espontánea y desinteresada; va mucho más allá del sentimiento de empatía. Es, en cambio, el compartir consciente, aunque quizás un poco melancólico, del destino común." Esta última frase me resulta particularmente reveladora. 

A raíz de estas ideas que se complejizan en un discurso bastante extenso, la autora entrelaza la labor literata con el sueño de un “Nuevo Realismo”, una nueva forma de escritura, cuyo “Narrador Tierno” sea capaz de generar un portal que todo lo ve; un portal que permita que personas, animales, piedras, residuos y viento -indiscriminada y desjerarquizadamente-, tengan una voz. Una voz que nos personifique como las partículas interconectadas que somos. Una “cuarta voz”, dice la autora, una voz cercana a dios, o, incluso, una voz como aquella que en la Biblia es capaz de leer los pensamientos de dios y narrarlos. La autora responde al espíritu de nuestro tiempo; entiende que no pudo haber mejor contexto para imaginar esta idea, pues nunca hubo tantos narradores como en la era digital.   

¿Qué significa entonces reivindicar la ternura? Significa, en primera instancia, dejar de infantilizarla para poder comprenderla en sus eslabones más profundos. Significa comenzar a ponerla en práctica, comprendiéndonos como parte de un sistema interconectado. Significa poner nuevamente en duda esa literatura del Yo, de la que habla Virginia Woolf cuando se refiere a la literatura hecha por hombres. Al contrario de esa literatura, Olga Tokarczuk nos invita a volver a jugar con la idea de que las piedras conversan entre ellas, y también las tazas de té, mientras no las miramos. Porque pareciera ser que esos juegos, nuevamente relegados al espacio infantil, tienen más que ver con la realidad misma, que esa realidad fragmentada y disociada que hemos construido en el relato. Desde la literatura hasta el tweet. 



* Camila Alegría Z. (Chile, 1986) Artista Visual, máster en Creación Artística Contemporánea de la Universidad de Barcelona. Se dedica a la docencia y la investigación, específicamente al estudio de la Historia del Arte con perspectiva de género aplicada. Administra un perfil de Instagram que se dedica a visibilizar artistas mujeres y disidentes: @reescribirlahistoria




[fr] Raphaëlle Riol - La bouffonne que tu redoutais (une histoire d’amour jamais écrite)

    Je ne t’accuserai pas d’avoir vu en moi une proie puisque je suis venue te trouver. Nous nous connaissions à peine. Je t’avais envoyé des messages puis fixé un rendez-vous auquel tu n’es jamais arrivé parce que tu avais trop picolé. Cette première fois, tu n’as jamais trouvé le chemin jusqu’à chez moi. Au téléphone, tu bredouillais n’importe quoi. Tu étais perdu. Malgré tout, j’ai persisté. Après plusieurs tentatives, tu as cogné à ma porte. 
    Et j’ai ouvert.

    Dans ta vie, à l’époque, il y avait :  l’alcool, ta sœur, ta mère. Dans le désordre. Cocktail sirupeux indigeste. 
    Pas de place pour moi. Je l’ai su tout de suite. Je ne sais pas ce qui m’a pris de croire que tu pourrais m’en octroyer une. Peut-être cette curieuse manie d’inventer des histoires.

    Homme fragile, tu as tenté de donner le change, la présence d’une écrivaine à tes côtés te demandait une contenance que tu n’avais pas. Ça t’épuisait. Tu ne lisais pas. Peu de choses t’intéressaient hormis le foot, la télévision, Créteil.  
     Et ta mère, cela va de soi. 
   Tu m’accompagnais partout où je te proposais d’aller. Lorsque je te demandais si tu avais des envies, tu me répondais tout sourire que tu ne savais pas. Cela t’arrangeait de faire plaisir, tu disais. Et de rajouter : « Je suis l’homme gentil ». 

    Souviens-toi du proverbe : « Larbin heureux, malheureux en amour ».  
    Tu as tenté de lire un de mes romans mais tu t’es vite arrêté. 
    Tu n’avais pas le temps. Et puis tous ces mots que tu ne comprenais pas… Le langage, ce n’était pas ton truc. Chacun comme il est. Le monde et sa belle variété. 
    Qui ne se ressemble pas ne pourra jamais s’assembler. 

    Le premier week-end où nous sommes partis ensemble, ta mère a appelé cinq fois. Les accidents de voiture l’angoissaient. Sa peur était légitime, tu affirmais. Et puis c’était ta sœur qui n’arrivait pas à trouver la bonne chaîne sur la télévision. Et puis c’était de nouveau ta mère qui voulait savoir si tu serais présent pour le dîner du dimanche soir ou pas.  D’ailleurs, que préférais-tu ? Du poisson pané ou un steack haché ? Déni du temps qui passe. Mélancolie castratrice. Tu serais fidèle au poste pour le dîner. Nous partirions plus tôt de Normandie. Et puis ta sœur resurgissait. C’était la fête de Machin. Il fallait lui téléphoner. Tout de suite. Immédiatement. Tu t’exécutais pour ne pas les décevoir. « Mam’s et Soeurette » s’en donnaient à cœur joie. 

    On se voyait les week-ends. Chez moi, puisque chez toi, c’était chez ta mère. Vous habitiez ensemble. « La vie, cette chienne, ne vous avez pas permis de vous libérer de ses aléas ». 
    J’aurais dû fuir. 
    J’étais pourtant experte en fuite. 
    Va savoir si je n’étais pas en train d’écrire mon prochain livre… 
    Faut-il souffrir pour écrire ? 
    J’ai dû croire en une histoire qui refusait une suite.

 
    Chez ta mère, il a vite fallu se rendre. Pour une fois que tu réussissais un truc, choper une fille, exhiber le trophée devenait une urgence. J’ai émis des réticences. Aussi tôt dans une relation ? 
    Ta première colère a été laide et assumée. 
    « Aux yeux de qui étions-nous un couple si même ta propre mère ne pouvait constater les faits ? ». 
    T’as crié, t’as claqué la porte, t’es revenu, t’as de nouveau braillé. 
    J’ai culpabilisé. 
    J’aurais dû fuir. Et t’oublier. 


    Mais tu es revenu. Tu as dit : « J’ai merdé », tu t’es excusé, tu as pleuré. Ce n’était pas ton genre. Autrefois, si. Mais désormais cela ne se reproduirait plus ». 
Dans tes discours, il y avait un avant, un après. Toujours la preuve par le futur. 
    En guise de réconciliation, nous sommes allés dîner chez ta mère qui n’a cessé de t’humilier sur fond de BFM tv. Elle a laissé la téloche allumée. Tout le monde braillait. Il y avait un reportage sur les nationalistes corses. Elle m’a demandé si mon père avait un flingue chez lui puisqu’il était corse. Ensuite, elle s’est vantée de laver tes slips, tes chaussettes et de te faire à manger. 
    Tu avais trente-cinq ans. 
    Tu as baissé les yeux et as répondu : « Merci Maman ». 


    Homme faible et lâche, la vie à tes côtés, c’était donnant-donnant. Sur tout, tout le temps. À chaque fois que tu t’excusais pour les insultes, les cris, les hurlements, je devais faire un effort afin d’équilibrer les compromis. 
   Notre histoire ressemblait à sa fin. Sans queue ni tête.
   C’est vite devenu compliqué. Je ne connaissais pas tes amis, tu refusais de rencontrer les miens. Nous vivions en autarcie avec tes frustrations, tes pétages de plomb, tes mensonges, tes logorrhées de justification. Homme autoproclamé gentil, néanmoins ravageant. 
    Le néant m’a cernée.  

    Tous les dimanches matins, tu explosais. Pour une raison ou une autre. Une histoire d’éponge mal essorée, de mot incompris, de début de match raté, de Mam’s … Tu hurlais, m’insultais, tapais dans les murs. Tu mettais des heures à te tirer alors que je n’attendais que ça : le calme après la tempête, l’accalmie avant la prochaine. Ton départ pour retrouver mes heures, mes secondes, ma présence au monde. 
    Ton grand corps électrique devenait dangereux. Tu ne semblais plus contrôler tes bras et tes jambes parcouraient mon appartement balayant tout sur leur passage. Demi-tour demi-tour, demi-tour. Mais jamais de révolution. Les jambes des mecs désaxés sont des compas qui blessent et tuent.  
      Puis tu claquais la porte. 
      Enfin.
    Tu ne rentrais pas chez toi. Pas tout de suite. Homme compas, tu tournais dans mon quartier histoire de voir si je descendais te supplier. Si j’allais m’excuser de ne pas être celle qu’il fallait que je sois. Une ou deux fois, ça a marché, j’ai voulu tourner la page pour mieux recommencer. 
    Homme brouillon.
    Trois petits tours et puis revient. 
    Jamais satisfait. Froissé. Obscur. Raté.
    Trois petits tours et puis s’efface. 
   Et puis revient. Le samedi suivant, tu sonnais. Tu avais merdé, tu étais désolé. C’était de ma faute mais tu ne t’énerverais plus. Jamais plus, foi de triste animal. Le mensonge et le déni sont des chapitres essentiels de l’histoire de la violence. 

      Pour nos premières vacances, tu t’es tiré avant la fin.
    Tu ne savais pas ce que tu voulais. Moi si. Et ça te rendait fou. 
    Une autre fois, j’ai dû descendre de la voiture parce que tu hurlais : « Casse-toi ». Nous étions dans Blois. J’ai marché le long du grand pont pour prendre l’air, puis je suis vite montée dans un train pour ne plus entendre ta voix de mâle mal éduqué. Une autre fois, je n’ai pas pu descendre car nous étions sur l’autoroute et tu hurlais tellement de tes bras désarticulés que j’ai eu peur de me retrouver dans le fossé.
  J’enchaînais les migraines, les crises d’urticaire, les heures à fixer le plafond. 
    À ne plus rien faire.
    À ne plus arriver à prendre la bonne décision.
   Je n’écrivais plus, n’avais plus le temps de grand-chose hormis gérer tes colères et attendre. Je doutais de tout. Je m’oubliais.
   Il fallait que je te quitte. Mon chat ne te supportait plus. 

    Il y a eu cette dernière fois. Sans surprise, un dimanche matin. Je lisais un article sur les violences conjugales. Tu t’es mis à hurler que les hommes aussi subissaient. Homme contrarié par les faits rien que les faits. Cette fois-là, tu as mis plus d’une heure à dégager. Tu as braillé, agité ta tête, tapé dans les murs. « Bouffonne, bouffonne », tu ne cessais de vociférer des menaces au milieu des injures. 
    La bouffonne t’observait et ne disait rien. Trente minutes pour faire tes lacets. J’attendais debout à côté de la porte d’entrée. D’évacuation. Cette fois-là, j’ai su que ce serait la dernière. Lorsque tu es sorti, j’ai récupéré ma vie. Immédiatement et sans regret. Droite.

    Tu t’es excusé, tu avais merdé, tu ne recommencerais plus. Tu ne t’énerverais plus. Tu t’excuserais, tu merderais. Tu ne recommencerais plus. Tu jurais. Tu jurais. Tu jurerais craché.  
    Et puis tu as pleuré. Au téléphone, sur mon répondeur. Derrière ma porte. 
    Tu ne recommencerais plus. Tu avais changé. Tu mentais mais tu avais changé. Tu ne recommencerais plus. Tu mentais. 
    Adieu Mâle absurde, tu ne me manqueras pas. Voilà ce que je t’ai répondu.

      Qu’es-tu devenu par la suite ? 
    Ta vie a dû reprendre son cours. Les matchs, Mam’s et Soeurette. Le néant. Ta violence inavouée, mal soignée. Sans queue ni tête : tout toi. 
   Ta violence, ton absence de volonté, de désir, de curiosité. 
     J’ai sauvé ma vie en te détestant, homme néant.  

     J’aime de nouveau les dimanches. 

     Et de loin, de plus loin encore que l’avenir, laisse-moi te révéler ceci : la bouffonne que tu redoutais, c’était toi. Parce que tu savais que l’homme gentil n’existait pas. 



* Raphaëlle Riol est romancière. Elle a publié cinq romans dont Amazones, ultra Violette et le Continent sorti en mars 2021 aux éditions du Rouergue. 




[eng] Amanda Ahumada - Locked doors

I'm sorry for every time I held on to your hand a little too tight.
I'm sorry for the times I made you feel the world was scary.
I'm sorry for all the times I locked too many doors.

Lock the front door, double check, walk away, turn around, go back double check.
Lock the terrace, close the windows, seal everything airtight so we can barely breathe.
I can't breathe.

I keep covering my face with a pillow to swallow the scream and suffocate instead.
Saran wrap my voice.
Shhhh, quiet, I need to listen for strange noises in my head.

Lock the front door, double check, walk away, turn around, go back, double check.
Lock the terrace, close the windows, seal everything airtight so we can barely breathe.

You stare; wide-eyed you follow my ritualistic lockdown.
You ask “Mommy, why did you lock the bedroom door?"
"I'm just checking"

Now you lock all doors, too.

Lock the bedroom door before going to the washroom, then lock the washroom door. Click, click and double click. You check to see if there's anyone in the bathtub.
I tell you there's no one there, you say "I know, Mommy, I'm just checking".

Lock the door, lock my eyes, seal my lips so I don´t have to see fear laughing at me, taunting.
Lock my eyes and throw away the key so I don't have to see what I have done to you.
Lock the door, airtight, make sure no one can get in, and we can't get out.
I can't breathe. There isn't enough air here.
It doesn't matter,
I stopped breathing years ago. The footprints on my chest shattered my lungs into silence.

I am so, so sorry, for holding your hand too tight and teaching you to be scared, l promise I will learn to let go;
Together we will breathe fire and burn down every door.

Watch out world we will take your breath away!



* Amanda Ahumada
I was born in Calgary, Alberta, Canada February 1979 to two Chileans. At 13 years of age, I started a new chapter of my life when my parents returned to Chile.
I have a beautiful daughter who fills my soul with joy.
Stand-Up Comedy The Chistolas:
Storytelling in Santiago:





[fr] Claire Tencin - Clinamen et clitoris, une déclinaison du désir

En mars 2019, dans un wagon de métro rempli principalement d’hommes d’âge moyen revenant de la manifestation de gilets jaunes, une adolescente tenait une pancarte sur laquelle on pouvait lire : « Vous gérez nos clitoris aussi mal que la planète. » 
Au-delà de la dimension politique que suscite cet acte isolé et d’une haute insolence, la revendication de la jeune femme fait subitement apparaître dans le champ public ce qui manque à la réalité de son être vivant. En nommant explicitement le clitoris, elle ne rappelle pas seulement qu’elle a droit à la jouissance, elle revendique le droit à la reconnaissance de l’intégrité de son corps et de sa parole. Elle ne dit pas « nos sexes », elle nomme délibérément l’organe dont on ne dit pas le nom. Organe interdit, mis au silence par l’ordre social et patriarcal depuis le 19è siècle, le clitoris s’invite depuis quelques années dans le champ de la revendication féminine pour dire son grand désir à participer aux changements démocratiques et libertaires. Malgré son insolente infraction dans l’espace public, il peine encore aujourd’hui à bouger les lignes de l’ordre social vertical où le désir des femmes a été culturellement construit au bénéfice de la maternité et du couple hétérosexuel.

Le clitoris fait écho au clinamen qui, tous deux issus étymologiquement du mot latin « clitus », signifient la pente, la colline, le versant. Joli accord phonique et sémantique ! Lucrèce dans le De Natura définit ainsi le concept philosophique de clinamen : « Les atomes descendent en ligne droite dans le vide, entrainés par la pesanteur. Mais il leur arrive, on ne saurait dire où et quand, de s’écarter un peu de la verticale, si peu à peine, qu’on peut parler de déclinaison. » En quoi le clitoris, ignoré pendant des siècles et mis à jour dans les années 2000 par la recherche gynécologique, pourrait-il incarner une déviation par rapport à la norme ? Cette découverte récente – on devrait en rire – mérite donc une brève description. Vestige invisible de l’anatomie, il forme une arche déployant ses membres musclés autour de l’orifice vaginal dont l’emplacement est marqué par le fanion du bouton rose situé à son extrémité septentrionale. Ce bouton très sensible, quand il est stimulé, a la capacité de faire bander les arches à la démesure de son plaisir et d’humidifier le canal vaginal – pour ouvrir la voie au pénis et accessoirement à la procréation. Car si le clitoris est biologiquement relié au vagin, il n’en est pas moins un stimulateur de plaisir autonome. (À remarquer que la femme a la capacité de procréer sans avoir eu de plaisir sexuel). L’homme n’a pas d’organe sexuel uniquement dédié au plaisir. Le pénis lui sert à uriner, à se reproduire, à faire l’amour. Alors comment ne pas penser le supplétif clitoris dans la voie reproductive de l’espèce comme un écart par rapport à la norme masculine dominante ? L’acte sexuel se révèle le lieu où s’exprime ce non-rapport entre les hommes et les femmes (clin d’oeil à Lacan), quelque soit la satisfaction que les partenaires puissent éprouver dans leur étreinte. Souvent, l’éjaculation masculine clôt les ébats alors que la femme n’a pas encore épuisé son désir. Les orgasmes ne coïncident pas. 

Quoi d’étonnant que les hommes aient conçu, avec jubilation et jalousie, d’exciser le trouble-fête de la domination masculine ! Le clitoris ne serait qu’une provocation de la Nature, une déclinaison contre-nature de l’expression du désir de la femme. Selon les études menées sur la drague au temps des réseaux sociaux, les hommes ont tendance à l’inhibition quand une femme manifeste trop ostensiblement son désir sexuel. Ils ont l’impression de ne plus être dans leur rôle, d’être affaiblis et privés d’initiative. La femme désirante leur fait peur ou ne les excite pas. Si d’aventure, la femme inverse les rôles, l’homme se sent dans une position d’impuissance et prend la fuite. C’est-à-dire qu’il prend le rôle de la femme de laquelle il attendait une résistance. Il est communément admis que l’intensité du désir chez les femmes serait moins forte que celle de l’homme toujours prêt à bander. Elles auraient besoin, dit-on, qu’on lui manifeste des sentiments pour faire l’amour. Évidemment ces croyances ne sont que des stéréotypes de genre construits par un formatage culturel depuis l’enfance. Je serais plutôt encline à penser que les femmes, si différentes soient-elles dans l’expression de leur désir, ont plutôt besoin de stimulations érotiques plus larges. Dans cette préparation érotique, la caresse clitoridienne est un facteur essentiel du plaisir sexuel féminin. Alors pourquoi le clitoris, si sensible et essentiel à l’épanouissement érotique de la femme demeure-t-il encore la grande inconnue de la vie sexuelle des hommes et des femmes ?

La réinvention du récit

C’est en 1905 que Freud réinvente le personnage du clitoris dans le récit de la sexualité féminine. S’il ne réinvente pas totalement la fable de « la verge féminine », il en propose une toute autre interprétation, qui sous couvert d’autorité intellectuelle n’en est pas moins fantasmatique : réduire le clitoris à un vestige anatomique et minimiser sa puissance orgasmique dans l’accomplissement de la femme adulte. À la petite fille, le plaisir de son joujou clitoridien, à la femme adulte la jouissance de son vagin. Ce transfert du plaisir d’un organe à l’autre, de l’abandon du clitoris pour le vagin impose l’interdit de la jouissance aux femmes. En rapportant métaphoriquement le clitoris à un manque de pénis, Freud a tout simplement entravé le possible devenir de la femme. Devenue toute vaginale, elle n’en demeure pas moins incomplète puisqu’un pénis lui fait défaut, puisque le clitoris n’a pas vocation à la signifier. L’infantilisation du clitoris a assigné symboliquement au corps féminin une destinée maternelle tout en créant arbitrairement dans le champ social des rapports de force entre les hommes et les femmes. Dans un sens, avec « le désir de pénis », Freud réactualise le modèle vétuste de l’unisexualité humaine, à contre-sens du mouvement de libération qu’initie la psychanalyse avec la découverte de l’inconscient et la levée des refoulements. Dans le schéma freudien, la femme n’existe pas, ou plutôt n’existe qu’imparfaitement, car le modèle physiologique parfait reste originellement le modèle masculin, telle est tristement la représentation judéo-chrétienne de Freud. La raison d’être de la femme, c’est l’homme ! La fable de Freud n’a guère varié de la fable originelle. Ce qui varie d’une époque à l’autre, c’est le logos, le langage qui refonde l’imaginaire et les représentations mentales et spatio-temporelles d’une société, un récit fabriqué pour assigner aux corps leurs fonctions.

Sexuation et symboles

Le clitoris, l’organe en creux dans le rapport sexuel dessine en filigrane le clinamen, la possible déviation de la voie directe, j’entends du vagin, le fourreau de la verge, le récipient de la semence et la matrice. Quelque soit leur nom, les organes ne sont que des métaphores. Le poète Antonin Artaud a payé de son corps interné sa désobéissance aux automatismes et aux systèmes avilissants. « Le corps est le corps, il est seul et n’a pas besoin d’organes, le corps n’est jamais un organisme. » (Pour en finir avec le Jugement de Dieu, Poésie Gallimard)
Le débat faussé qui a partagé les femmes entre clitoridiennes et vaginales a-t-il cours encore aujourd’hui ? A l’initiative de la gynécologue obstétricienne Odile Buisson, des recherches ont été menées sur le clitoris dès les années 2000 et grâce à l’échographie, on découvre enfin la réalité physique de cet organe jusqu’alors réduit à un bouton rose. Le clitoris se déploie autour du vagin avec deux larges arches remplies de terminaisons nerveuses qui se gonflent de sang lors de l’excitation. Le vagin quant à lui est très peu irrigué de terminaisons nerveuses et semble n’avoir qu’une fonction passive dans l’accès à l’orgasme. La première échographie d’un coït réalisée en 2010 montre à l’image la contraction significative des deux arches provoquée par le va et vient d’un phallus. Il n’y aurait donc pas d’orgasme vaginal ! Ainsi se terminerait la fable. Mais les questions demeurent. Comment expliquer qu’une femme ne puisse pas jouir ? Quelle est la part psychique dans la sexualité féminine ? Envisage-t-on la médicalisation de la frigidité à l’instar du viagra pour les hommes ?

Autant dire que la découverte de la toute puissance orgasmique du clitoris pourrait redéfinir le rôle des femmes sur l’échelle sociale, amoureuse, et sexuelle que les hommes ont fixée depuis belle lurette. Le corps féminin n’est plus seulement dévolu à la maternité, il réclame aussi sa part de jouissance dans le festin collectif. Reconnaissance de sa liberté d’agir, de circuler dans la rue en toute sécurité, de faire entendre sa parole, d’être mère ou de ne pas l’être, tout simplement de se faire sujet sans se soutenir de l’homme atavique et du vieux schéma hétérosexuel. Comme l’a si bien clamé la jeune fille sur sa pancarte, les hommes continuent à gérer le clitoris sans foi ni loi.



* Claire Tencin est autrice et éditrice à Paris. En 2020, est paru son dernier roman, La Tencin, femme immorale du 18è siècle, ardemment éd. (disponible sur le site ardemment.fr). Entre autres fictions, elle écrit pour celles que l’Histoire a effacées, comme Mme de Tencin et Marie de Gournay, philosophe et éditrice de Montaigne. 




[esp] Esther Sánchez González - El sacrificio como estereotipo: una revisión literaria

    Rezan las voces populares -y el volumen es tan ensordecedor como doloroso- para referirse a esos hitos que parecen tan lejanos como utópicos. Inalcanzable no es la meta de no vivir(se) como una de las tantas versiones de Teresa, aquella Teresa que hacía las veces de protagonista de una novela y alma atormentada. Me refiero, claro está, a la apaleada protagonista de La insoportable levedad del ser, obra cumbre del filósofo checo Milan Kundera. Hay en la figura de Teresa un llamamiento a la Juana I de Castilla, anunciada al mundo -y peyorativamente- como la Loca, pues hay un marcado interés por desvirtuar su sufrimiento en aras de la consideración enfermiza de los celos. Referirse a Teresa es sinónimo de teclear con dedos nerviosos, unos que rebuscan entre las vísceras del ser que se agita incómodo, con las también poco confortables acometidas de ese mar que es la realidad. No vivir(se) como una de las tantas versiones terrenales de Teresa.

Hemos asistido a indecibles e innumerables sufrimientos reales o ficticios, de eso no nos cabe duda, pero el narrado en La insoportable levedad del ser es tan sobrecogedor como inquietante. Estamos acostumbrados a identificar la violencia de género cuando cumple con el agravante de la dimensión física, pero nos resistimos a leer entre líneas. El tipo de maltrato que sufre Teresa es uno de los que menos se tienen en cuenta, de los que más se ponen en duda. Análogamente, es de esos que se cuestionan aludiendo a la conducta de la víctima, que se identifica como celosa o controladora. Pero nada de eso hay en las venas de Teresa, en unos vasos sanguíneos que en vez de sangre transportan el agua que escapa de ella en forma de lagrimones. Detenerse a analizar sus sueños, lo que acontece mientras duerme, es clarificador. 

Leer sobre Teresa es ser Teresa. Y ser es sufrir. A lo largo de las páginas de la novela de Kundera, asistimos a la sobrecogedora historia de una mujer despojada de toda dignidad. Hay un deje maligno -o tal vez incalificable- tras la boca que dicta la realidad de los celos y el dolor; la que habla de la tragedia que sufre -negándola sin rodeos- la enamorada. Con una frecuencia tremenda -que no tremendista- lo femenino se somete a las vicisitudes del amor, el enamoramiento y hasta el gustar. Hay un auténtico código sobre los usos en cada caso, que abarca desde lo más genérico hasta lo íntimo. La mujer es quien, en cuerpo y alma, se entrega al devenir de una existencia que pertenece a otro u otros. Se decide sobre su cuerpo y aspecto, pero también acerca de los deseos y secretos, objetivos y metas. Lo femenino protege a lo masculino de las embestidas de las realidades y sus dimensiones, pero también de espectros que sólo el hombre ve. Fantasmas que existen en aras de asegurar su comodidad y disfrute. Los protegemos, sí, y también perpetuamos sus tropiezos, sin atrevernos a evitar los nuestros. Tenemos que -y este tener que marca con claridad el sentido de una obligación cuasi ineludible- someter a crítica todas nuestras emociones y sentimientos, pero no somos nosotras las juezas, no. El curso de las elucubraciones es atacado también por fuerzas externas. Se nos dice lo que podemos, no podemos, debemos y no debemos sentir. Hablar puede corresponder con una acalorada negación de lo que quiera que hayamos dicho.

Los logros de lo femenino siempre se exploran con una lupa enorme, tan grande que podría quemar el césped de un estadio de fútbol, si se permitiera que los rayos de sol la atravesaran. Se exploran con detenimiento para restarles valor. Lo mismo ocurre con lo laboral, la familia, las inclinaciones o las metas a alcanzar. La mujer se abandona a sí misma para luchar por el mundo -limitado- que le ofrecen buena parte de sus relaciones. Tanto da si tiene que marchar lejos de su entorno, no continuar en su empleo u olvidarse de sus metas académicas porque el amor es sacrificio.

Pienso no pocas veces que nos quieren como a esa Teresa que se sometía a un Tomás sin la necesidad de que éste lo solicitara explícitamente o acudiera a la violencia física. La consideración de lo que el amor es, establece límites y obligaciones que se cumplen con una rectitud inusitada. Pero la violencia es violencia, tome la forme que tome. Somos una Teresa que debe cuidarse de hablar en demasía. Somos una Teresa que debe tomar tratamiento hormonal -con unos tremendos efectos secundarios que deterioran la salud física y mental- para evitar un embarazo. Y si se diera el caso, somos la Teresa que debe someterse a la puñalada que vacía el útero. La Teresa que no puede dolerse ni expresarse. La Teresa que cuida a un Tomás seco y cortante, que hace lo que -y cuando- le viene en gana.

Parece que sea una suerte de maldición ancestral esa de enamorarse y entregarse sin dudar. Comienza entonces un proceso de caída al abismo: hay que asumir sacrificios. La maldición se asemeja al sistema de ordenamiento social de los hindúes -de, sin dilaciones, discriminación y sometimiento- y sitúa a la mujer a la misma altura que aquellos que ni siquiera forman parte del entramado social. Nos conciben como fuera de la casta, sin posibilidad real de negarnos al sino impuesto y perseguir el deseado. Antes de continuar, acallo las voces críticas, con un el mundo desarrollado perpetua estas cárceles con sensación de falsa libertad. Somos la mujer que, sin casta, vacía los agujeros que hacen las veces de inodoro con sus manos cansadas y desnudas. Somos la niña sin casta que aprende el oficio de rebuscar en un mar de detritus. La joven que se alimenta de las ratas que su marido ha llevado a casa tras una larga jornada de trabajo que no se cobra. 

Nos entregamos a un amor que se entiende como sacrificio constante, a un déjate de lado para valorar al otro. Un sacrificio que es un dejarse hacer que no tiene por qué ser físicamente violento, pero violenta como el que más.  Un dejarse hacer que, por otro lado, no funciona en doble dirección porque no es recíproco. Nos entregamos desde el primer minuto a ese viaje conocido por no tener retorno. Y se sabe, sí, pero hay que hacerlo. Existimos en un plano en el que toda decisión que se toma, toda acción que se ejecuta, ha de responder a la escandalosa dimensión del sacrificio.



* Esther Sánchez González 
Soy graduada tanto en Filosofía como en Educación Primaria. Actualmente estoy cursando un Máster Universitario en Filosofía Teórica y Práctica en la UNED, para especializarme en la rama de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia. No obstante, estoy profundamente comprometida en la lucha por la dignidad y libertad de las mujeres y las niñas. Vivo en Madrid. 




[esp] Grace Akira - Ser feminista

Hoy en día, la palabra “feminista” se ha puesto muy de moda.

Es fundamental preguntarnos qué significa ser feminista. 

¿Quién puede considerarse que lo es y quién no? 

¿Qué es ser feminista? 

Una feminista es una persona que cree en la igualdad de derechos para las mujeres.  Ser feminista es reconocer que algo anda mal en relación al trato que reciben las mujeres en la sociedad. Ser feminista es admitir que necesitamos cambios, y que tenemos que luchar por esos cambios. 

Pero la forma en que luchamos por la igualdad de derechos para las mujeres puede ser muy diversa. Cada región del mundo tiene su propia estrategia. 

Las feministas no son sólo aquellas intelectuales que leen a Audre Lorde, a bell hooks, a Mona Chollet o a Simone de Beauvoir y comparten sus sabios pensamientos en todo el mundo.  

Es cierto... necesitamos esos ensayos para cuestionar nuestra existencia y nuestra visión. 

Pero, ¿qué pasa con aquellas mujeres u hombres que no pueden acceder a esas grandes palabras? 

¿Qué pasa con aquellas mujeres u hombres que no tienen tiempo para leer, escribir o luchar? 

¿Qué pasa con esas mujeres u hombres que no han recibido educación formal? 

¿No son feministas?

Soy feminista como esa mujer y ese hombre que asintieron y me saludaron cuando estuve en París durante la marcha contra la violencia de género pero que no pudieron acompañarme por las calles.

Soy feminista como esa mujer y ese hombre que luchan para que sus hijas, primas, sobrinas y tías vayan a la escuela. 

Soy feminista como esa mujer que se defiende a sí misma y defiende su derecho a vivir y a ser libre ante un pueblo que la condena por ser diferente. 

Soy feminista como esas mujeres que juntan dinero para tener agua en su pueblo.

Soy feminista como esas jóvenes que escapan de sus pueblos rechazando un matrimonio forzado.

Soy feminista como la mujer de una fábrica que pide mejores condiciones de trabajo.

Soy feminista como esa mujer viuda que lucha por conservar su tierra.

Soy feminista como esa mujer y ese hombre que ayudan a su amiga a abortar.

Nuestras formas de cambiar las cosas pueden ser diferentes. No son sólo los estudios o los ensayos o el color de la piel o la clase social o el género los que definen quién puede llamarse feminista. Es lo que hacemos o lo que creemos. Creer que toda mujer merece una mejor educación y mejores opciones. Esas pequeñas cosas que hacemos cada día para mejorar la vida de una mujer, esos pequeños pasos para hacer de este mundo un lugar mejor para cada niña y para cada mujer, son feministas. 



* Grace Akira es escritora, médico y trabaja en el ámbito humanitario. Actualmente para una ONG entre Níger y Malí para promover una mejor salud sexual y reproductiva para las niñas y los niños y para prevenir la violencia de género. 



[1] Traducido del inglés y del francés por Andrea Balart-Perrier.



[fr] Grace Akira - Être féministe

De nos jours, le mot « féministe » est devenu très tendance.

Néanmoins, il reste fondamental de se demander ce qu'être féministe signifie.

Qui peut se prétendre l'être ou ne pas l’être ? 

Qu'est-ce qu'être féministe ? 

Une féministe est toute personne qui croit en l'égalité des droits et des chances pour les femmes et les jeunes filles. Être féministe, c'est reconnaître que quelque chose ne va pas dans la manière dont les femmes et les filles sont traitées dans la société. Être féministe, c'est admettre que des changements sont nécessaires et qu'il faut se battre pour les obtenir. 

Mais la lutte pour l'égalité des droits des femmes peut se faire de plusieurs façons. Chaque région du monde a sa propre stratégie. 

Les féministes ne sont pas seulement ces intellectuelles qui lisent Audre Lorde, bell hooks, Mona Chollet ou Simone de Beauvoir et partagent leurs sages pensées dans le monde entier.  

C'est vrai... nous avons besoin de ces essais pour remettre en question notre existence et notre vision. 

Mais qu'en est-il de ces femmes ou de ces hommes qui n'ont pas accès à ces mots ? 

Qu'en est-il de ces femmes ou de ces hommes qui n'ont pas le temps de lire, d'écrire ou de lutter ? 

Qu'en est-il de ces femmes ou de ces hommes qui ne sont pas instruits ? 

Ne sont-ils pas des féministes ?

Je suis féministe comme cette femme et cet homme qui hochaient la tête et me saluaient lorsque j’étais à Paris lors de la marche contre la violence faites aux femmes mais qui ne pouvaient pas me rejoindre dans les rues.

Je suis féministe comme cette femme et cet homme qui se battent pour que leurs filles, cousines, nièces et tantes aillent à l'école. 

Je suis féministe comme cette femme qui défend son droit de vie et de liberté devant un village qui la condamne parce qu'elle est différente. 

Je suis féministe comme ces femmes qui collectent de l'argent pour avoir de l'eau dans leur village.

Je suis féministe comme ces jeunes filles qui s'échappent de leurs villages en refusant un mariage forcé.

Je suis féministe comme cette femme qui demande de meilleures conditions de travail à l’usine.

Je suis féministe comme cette veuve qui se bat pour garder sa terre.

Je suis féministe comme cette femme et cet homme qui aident leur amie à avorter.

Nos manières de changer les choses peuvent être différentes. Ce ne sont pas seulement les études, les essais, la couleur de la peau, la classe sociale ou le genre qui définissent qui peut être appelé féministe. C'est ce que nous faisons ou ce que nous croyons. Croire que chaque femme mérite une meilleure éducation et de meilleurs choix. Ces petites choses que nous faisons chaque jour pour améliorer la vie d'une femme, ces petits pas pour créer un monde meilleur pour chaque fille et chaque femme, sont féministes. 



* Grace Akira est auteure, médecin et travaille dans l’humanitaire. Elle est actuellement dans une ONG entre le Niger et le Mali où elle assure la promotion d’une meilleure santé sexuelle et reproductive chez les jeunes filles et garçons et la prévention contre les violences basées sur le genre.




[eng] Grace Akira - To be a feminist

In this era, the word “feminist” becomes a trend.

It is fundamental to ask ourselves what it is to be a feminist. 

Who can take this label or not? 

So, what is a feminist? 

A feminist is a person who believes in equal rights for women.  To be a feminist is to recognize that something is wrong with how women are treated in society. To be a feminist is to admit that we need change, and we need to fight for those changes. 

But the manner that we fight for equal rights for women can be done in many ways. Every area in this world has its strategy. 

Feminists are not just those intellectuals who read Audre Lorde, bell hooks, Mona Chollet, or Simone de Beauvoir and share their wise thoughts worldwide.  

It is true… we need those essays to challenge our existence and our vision. 

But what about those women or men who cannot access those great words? 

What about those women or men who do not have time to read, write, or fight? 

What about those women or men who are uneducated? 

Are they not feminists?

I am a feminist as that woman and man who nodded and saluted me when I was in Paris during the march against gender-based violence but could not join me in the streets.

I am a feminist as that woman and man who fights for their daughters, cousins, nieces, and aunts to go to school. 

I am a feminist as that woman who defends herself and her right to live before a village condemning her because she is different. 

I am a feminist as those women who collect money to have water in their village.

I am a feminist as those young girls who escape from their village, refusing a marriage. 

I am a feminist as the woman in a factory who asks for better conditions of work.

I am a feminist as that widowed woman who fights to keep her land.

I am a feminist as that woman and man who helps their friend to abort.

Our ways to change things can be different. It is not only studies or essays or color or social class or gender that defines who can be called a feminist. It is what we do or what we believe. To believe that every woman deserves better education and better choices. Those little things we do every day to uplift a woman's life, those small steps to make a better world for every girl and woman, are feminist. 



* Grace Akira is an author, doctor, and humanitarian worker. She works for an NGO between Niger and Mali to promote better sexual and reproductive health among young girls and boys and prevent gender-based violence. 




[eng] Dafne Pidemunt - A Dissident's Discourse: Fragments

In that place where reality is incomprehensible, painful, enjoyed outside the norm, beaten or censored, fiction appears.

Thus, literature shows us other possible worlds, which are pure silenced reality. 

Do we enter into the rule when a right is established? 

The same-sex marriage law, the gender identity law, the trans employment quota in the public sector law, give us a voice. They allow us to "be" a being that perhaps we never wanted to be.

Our amatory forms and our identities are crystallized within the culture. The relationship between anti-system activism and avant-garde art is historical, which at some point will cease to be avant-garde to crystallize in a university.

We are no longer the weirdos who for decades gathered in hidden places (basements, almost windowless, dark places) to read and enjoy each other. Now we have a "visibility" that continues to respond to a cis-tem that for centuries we denounced. We proudly show ourselves at the Buenos Aires International Book Fair, and in some countries that make us fashionable. 

We set up tables of dissident literature, stands, the multinationals of the publishing market put us on the list and the books of LGBTTIQ writers are exhibited as a boom in the windows of large bookstores.

Their contents are usually painful: rapes to teach lessons, prostitution to survive, deaths caused by HIV-related diseases or ways of living with the virus, beatings and abuses. Experiences that society will read as "fiction".

When dissidence is happy, when we generate polyamorous bonds, when we get out of the idea of "marriage and love", or we get married and we enunciate it to open that relationship, and then we write a book of a polyamorous relationship where one is happy and nobody dies... do they sell the same? The visibility of these new forms is still a redoubt of small publishers.

The novel "Las malas", the trans boom of the brilliant Camila Sosa Villada, names the pain, but also names the ties in dissident families that do not correspond to blood ties. Paula Jiménez España and Gabriela Cabezón Cámara laugh. While the poetry of the enormous Macky Corvalán, in her language of lesbian amatory, continues in small shelves. While the novels of happy "trouples" are read by those of us who can identify ourselves, the literature of dissident activism is established in society from pain. Quantity and quantity of books by people who name ourselves outside the hetero-norm, do we no longer suffer because we have a place at the table of the big bookstores? 

Society knows it is a lie, but it likes to believe that it did something right and read Julián Lopez's novel, Lemebel's chronicles, Susy Shock's and Perlongher's poetry. They respect Wilde, Lorca, Woolf, Mistral, Leduc, Mansfield, Djuna Barnes among so many, silencing suffering. 

What cannot be said as something real will be stated as fiction (herds of people who love each other in the same bed, two men who kiss on the corner, a group of lesbians who make a revolution by fucking, others who are raped, a boyfriend who dies in an infectious disease ward, a trans woman whose face is beaten by a client with whom she will remain in love anyway... it is "fiction". 

There, where we do not want to listen, we say: it is fiction. The transvestite friends of the great Pedro Lemebel in that sepia photo of one of the chronicles of “Loco Afán” [Mad Urge], look at us out of the corner of their eyes and ask us not to forget their story.



* Dafne Pidemunt (Buenos Aires, Argentina, 1977). Poet, editor and cultural manager. She has published "El juego de las estatuas" [The statues game], "La avidez del silencio" [The greed of silence], and "León no es más que un nombre" [Leon is just a name]. She co-directs the publishing house "La mariposa y la iguana", about gender and sexual diversity. She coordinates the space "Pride and Prejudice" at the Buenos Aires International Book Fair.



[1] Translated from the Spanish by Andrea Balart-Perrier.