[esp] Nereida Asuaje - El mundo fifty fifty

    No es nada fácil  hurgar en la vida de mujeres que murieron mientras yo ni siquiera estaba por nacer. Entre ellas y yo hay un abismo de más de 20 años, así es que no puedo reducirlas en un par de cuartillas sin sentirme presa del vértigo. Durante estos 4 años de exilio su voz me ha acompañado siempre. Y aunque he cambiado de domicilio al menos media docena de veces, esos tres libros, ya magullados por las inclemencias de los elementos y la mía propia; tienen un lugar asegurado en mi equipaje. 

    Fuera de La negra Matea, Luisa Cáceres de Arismendi y Manuelita Saenz -desde cuyas tierras ahora escribo- no son muchas las mujeres que ocupan un lugar importante en el imaginario colectivo venezolano. Con esto no quiero afirmar que no las haya, pues es muy probable que esto se deba más a mi desconocimiento que a otra cosa. Sin embargo, pese a rebuscar en mi memoria, no son muchas las mujeres que puedo evocar en el área de la política. Ibidem en las artes plásticas, pues tras esforzarme sólo vino a mi mente Juanita, la musa carnosa de Reverón, y esa caraqueña [1] recordada más por su hermosura y elegancia que por su aporte al diseño de interiores. En el campo literario la situación es muy diferente. 

    Ana Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962), Teresa de la Parra (1889-1936), Antonia Palacios (1904-2001) , Luz Machado (1916-1999), Pálmenes Yarza (1916-2007), Ana Enriqueta Terán (1918-2017), Elizabeth Schön (1921-2007), Ida Gramcko (1924-1994), Hanni Ossott (1946-2002); Martha Kornblith (1959-1997), María Calcaño (1906-1956), Miyó Vestrini (1938-1991) y Lydda Franco Farias (1943-2004) vienen a mi memoria en este instante. Los libros de esta última tríada que publicó la editorial “El perro y la rana” en tiempos de la revolución son a los que hago referencia al inicio.

    Todo este tiempo sus voces, cual faro, me han guiado más allá de la niebla. Y a veces, para darme ánimos, repito para mis adentros en memoria de María Calcaño Cómo van a verme buena si me truena la vida en las venas. De Miyó Vestrini aprendí que Siempre hay una habitación oscura para tener lágrimas. Que la gente es dura y melancólica, como si nada estuviera ya al alcance de la mano. Que hay hombres que abren las sábanas y entran sin dulce tumulto, sin calor ni melancolía, sin conjuro. Son lagartos. Desterrados. Miserables. Mientras que Lydda me enseñó a luchar por un mundo fifty fifty o no hay trato pues una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes.


María Calcaño (1906-1956)

Grito indomable


Cómo van a verme buena
si me truena
la vida en las venas.
¡Si toda canción
se me enreda como una llamarada!
y vengo sin Dios
y sin miedo…

¡Si tengo sangre insubordinada!
Y no puedo mostrarme
dócil como una criada,
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte!

Ni tú, ni el cielo
ni nada
podrán con mi grito indomable. [2]


 Miyó Vestrini (1938-1991)

XX


La tristeza
amanece
en la puerta de la calle.
No en vano
he sido tan cruel,
no en vano
deseo
cada tarde,
que la muerte sea simple y limpia
como un trago de anís caliente
o una palmada cuyo eco se pierde en el monte.  [3]


Lydda Franco Farías (1943-2004)


para ti soy tal vez una huera mujer
con el cabello levemente despeinado
digna de un cuadro renacentista
o de un ardiente cumplido o de un piropo
(dicho como al azar / con rebuscada elegancia)
de sobra sabes que me avergüenzo
de ese otro ser que me esquilma
y me avasalla
de repetir hasta borrarme
el gesto heredado de pálidas
enhiestas
amas de casa remotísimas
pero ciertamente hay un rótulo en la sangre
una danza del vientre
una marca rotunda
ten en cuenta muchacho de las cavernas
que he ido ganando el derecho
a perder de igual a igual el paraíso
la paciencia
a compartir la cama
el santo y seña
el mundo
fifty fifty
o no hay trato
vete acostumbrando hombre voraz
mujer no es sólo receptáculo
flor que se arranca
y herida va a doblarse en el florero
al fondo de la repisa
entre santos y candelabros y trastos de cocina
una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes
lo siento caballero de la brillante armadura
aquesta doncella rompió el molde
creció. [4] 



[1] Carmen Elena de las Casas (1900-1976).

[2] María Calcaño (2008). “Antología poética:biblioteca básica de autores venezolanos” Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. p. 46. 

[3] Miyó Vestrini (2013). “Antología poética:biblioteca básica de autores venezolanos” Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. p. 78.

[4] Lydda Franco Farías (2005). “Antología poética: biblioteca básica de autores venezolanos” Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana C.A. p. 39.



* Nereida Asuaje (Venezuela, 1992). Poeta y ensayista. Profesora de Lengua y Literatura egresada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Barquisimeto, 2015). Ha hecho de la escritura su tabla de náufrago. Nombre que le ha dado a las cuentas de promoción artística que administra en facebook e instagram @tabladenaufrago.




© Nereida Asuaje.




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