[esp] Constanza Carlesi - La Electra que no fui…

Canto a mi padre

Cada año nace el mismo entierro al que no fui.
Nadie celebra. En la familia hay una pausa cerebral. Yo desde lejos, cuento los días que faltan para que se cumplan, mientras la lluvia hace lo suyo: nos aísla y nos encuentra. «La Electra que no fui, pero que soñé», truena dentro, grita ¡sangre de mi madre! ¡muerte de mi padre! Yo me tapo las orejas cuando escucho, las pantallas, las puertas, el alma, las bolsas de basura derramadas, la pestilencia, el perfume, la gente camina sin saber, ni sospechar lo que pasa…
Llueve el cielo, llueven los huesos, listas infinitas de personas que no conozco, el sol saliendo por fin, pero nada, no puedo recordar a ninguno de los que he querido tanto. Todos son iguales al final del camino. Las miradas se confunden, los cabellos, la sonrisa, los dientes, el sexo, los aires, la belleza, la gordura, la flaqueza y los feos que enternecieron mi cuerpo-anhelo-deseo por reencontrarme. Por ser yo otra vez, ese pequeño mili segundo que fui antes de tu única y última despedida. Mi memoria juzga todos mis actos, avanzo y regreso, avanzo y regreso, avanzo y regreso. Diciembre se pone gigante, como una manzana ensanchada de Magritte sobre mi sombrero-cerebro. O como si Adán hubiera asesinado a manzanazos a Eva. ¿Y qué hubiera pasado si a ella no le hubiera nacido el impulso? ¿Y qué pasaría si yo pudiera recordar mejor? ¿Si tuviera una memoria-micro-chip-robótica para dormir? O no mejor, para cerrar, respirar, abrir los ojos y tenerte ahí. Respirando…
Tu cuerpo alto, las señales de la muerte trepando hacia tus arterias tapadas, insistiendo en esa aorta que se rompió y sangraron los edificios mientras la gente fumaba y fumaba y el autobús no llegaba. No pasaba nada en realidad. Ya habías desaparecido.
Mucho de lo que no recuerdo, toma forma con la manzana-diciembre asesina, o maltratadora, o maldita, o enjuiciadora, o zombie, o podrida, o muerta, o inexistente, o impensada, porque Adán sería incapaz según él mismo. Incapaz sería seguro.
Entonces todo lo que no recuerdo se rompe como la aorta que sangra y mancha de injusticia el final de una historia real, que se vuelve a contar, una y otra vez hasta que vuelva a morir y se vuelva a contar y se vuelva a morir y se vuelva a contar de raíz. Se quemen los santos y se alaben demonios, ¡qué futuro! Si aquí estamos, en medio de la nada. Comiendo del vacío-pantalla y programaciones que recuerdan todo lo que ya no se puede, porque la memoria es una gran manzana que asesina y mata mujeres de la mano de un Adán que sería incapaz, que seguro que sería incapaz. Padre, escúchame, este año no puedo escribirte en paz.
Porque   los    edificios    llueven    tu    sangre… Porque no encuentro una memoria que te replique… Porque ya han pasado demasiados años y la gente olvida… Porque mueren santos dictadores y triunfan zombies chupadores
Porque las bocinas no dejan de llorar: ¡acelera, acelera que el tiempo pasa!...
¡Porque naciste un día demasiado cercano a tu muerte!
¿y entonces cuál es el rito? ¿será un grito que rompa el patético llanto de las bocinas? ¿o un llanto que limpie la sangre de los edificios? ¿o una bomba que extermine zombies chupadores y resucite santos dictadores? 
Mi padre era bueno, pero no sabía.
Me cantaba todas las noches, pero no sabía. 
Me llamaba cada tarde, pero no sabía.
Me hacía el desayuno, pero no sabía. 
Me mataba el hambre, pero no sabía.
Me borraba el recuerdo, pero no sabía. 
Me dejaba lejos, pero no sabía.
Me abrazaba nunca, pero no sabía.
Me despedía para siempre, pero tampoco sabía.

Es verdad, la imagen de la muerte no la tengo. Del grito desgarrado tampoco y menos de la familia celebrando un cuadro negro pintado. 
Estamos lejos juntos padre, pero no de la mano. No de una piel que nos dé el último abrazo. El último guiño de ternura fea, o de dientes amarillos, o de tu boca, o de tu cigarrillo en la mano, padre. Te veo muy bien vestido como siempre, perfumado, de negro y blanco, otra vez muerto, otra vez poema, otra vez tú… respirando.


Del poemario “La Estratega” de La Conirina.


[1] Puedes escuchar el voz-poema aquí: linkVoz poeta: La Conirina. Guitarra: Daniel Bardon. Clarinete y voces: Ellen Indigo. Registrado por EMSONA Studios, Valencia, España 2018.



* Constanza Carlesi Del Río (Santiago, Chile, 1985). Poeta, actriz, dramaturga y crítica teatral. Co-fundadora de GESTA, Festival de teatro porteño de mujeres (2014). Máster en Estudios hispánicos avanzados, Universitat de València (2016).  La Estratega (Petit Editor, 2017) es su poemario firmado como La Conirina. Radicada en Francia, publica Carmesí Delirio (Printcolor, 2020).




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