[esp] Caridad Merino - Acompañamiento y feminismo

“Vamos a preparar la tierra y
a enseñarla a ser madre,
guardar las semillas
que en su vientre van a dormir
cuidadas por dos jinetes rojos que corren por el mundo:
el aprendiz de otoño y el otoño.
Así de las raíces oscuras y escondidas
podrán salir bailando la fragancia
y el velo verde de la primavera”.

Oda al otoño – P. Neruda



Se acompañan los nacimientos como se acompaña la muerte. En silencio, atención y sobretodo total reverencia. Ocupando el mínimo espacio posible para dejar que la Vida-Vida o la Muerte-Vida hagan lo que saben, eso mismo que hacen desde el inicio de la Creación. La única voluntad que cabe es la de dejarse llevar por ese río por el que ha fluido la humanidad entera. 

Hace más de 15 años que acompaño a las mujeres en este tránsito, y cada nacimiento me ha traído un aprendizaje, unos dulces y fáciles, otros difíciles. Pero no soy una sabionda de los partos, este aprendizaje es lo contrario a la acumulación de los saberes. Nunca sé bien por dónde irá esa mujer, qué camino andará, qué miedo qué alegrías qué expectativas. Eso obliga a la atención plena, al aquí y al ahora, a rendirse al misterio. 

El aprendizaje ha sido más bien el del valor del silencio. El de confiar que es cierto que cuando se ofrecen las condiciones adecuadas, la Vida sigue su curso sagrado. Y que ahí, no hay pretensión ni opinión que valga. Entonces, acompañar un parto, ser testigo de un nacimiento, requiere de toda esa conciencia y reverencia.

El parto y el nacimiento son tránsitos sagrados, que deben ser defendidos de toda pretensión, de toda opinión, de toda ideología, y por el que todas las mujeres deberíamos ser libres de transitar como se nos plazca. No hay mujeres miedosas, no hay mujeres gordas, ni flacas, ni fuertes, ni débiles para poder andar por esos caminos. La Creación ha puesto en todas nosotras, sin excepción, esa capacidad creadora. Es un saber que corre por nuestras venas y que hemos ganado para la sobrevivencia de la especie. Si estamos aquí, si hay hombres y mujeres que habitan esta tierra, ha sido porque por siglos y siglos las mujeres los hemos parido. 

Y ahí hay una fuerza de fuente inagotable. Pura capacidad creadora, sensualidad, sexualidad, con esa intensidad y sutileza que todos conocemos, o al menos intuimos o añoramos. Entonces comprendo que sea un poder que asuste, entiendo que se quiera poseer. Y que es esa la razón por la que por siglos se ha querido manipular y subyugar. Pero el parto no es de los hombres, ni de los médicos, ni de las parteras, tampoco de las mujeres. Pertenece a la humanidad entera, a cada nacimiento, a cada cría, a cada mujer, a cada vida y a cada muerte.

Las mujeres debemos reclamar con total dignidad elegir nuestros partos, ser respetadas en nuestras elecciones, exigir conocer la dulzura de este camino. Le debemos ese reclamo a la humanidad entera, a los hijos e hijas que nacieron, a los que no y a los que están por nacer. 

Y es un derecho y también un deber. El deber de caminar nuestros propios miedos, nuestras propias sobre exigencias, nuestros prejuicios. El deber de aprender a estar aquí y ahora, con nosotras mismas también. Es un tremendo trabajo y es el “activismo” que yo más honro… porque es invisible y silencioso, muy difícil y el más poderoso. Nunca es fácil bajar a los sótanos, sacar la podredumbre para hacerla humus, tierra fértil de gozo y salud. 

Acompañar partos, es ser testigo de ese camino. A veces es un deambular esquivo, otras un andar decidido. Cada mujer desde su historia, desde su cuerpo, desde sí… y eso no importa, porque siempre-siempre termina por nacer esa certeza que habita profunda en nosotras, debajo de la tierra, en lo hondo de nuestros úteros. Eso que las mujeres sabemos.

Se acompañan los nacimientos como se acompaña la muerte. En silencio, atención y sobretodo total reverencia. No se enseña ni a parir ni a morir (en realidad tampoco a vivir) porque nadie sabe cuál es el camino que esa mujer debe andar. No lo sabe la medicina, ni la política, ni la economía, ni la psicología, no lo sabe nadie. Es un saber precioso y sagrado que está ahí, en ese tiempo sin tiempo que habitamos todos desde siempre y para siempre.

Acompañar partos me ha enseñado a nacer, a morir, a callar, a acompañar a mis hijos e hijas con reverencia en su camino. Me ha enseñado a ser paciente conmigo misma, me ha dejado experimentar la compasión y ha sido una clase magistral de humor, mucho humor.

Entonces no puedo pontificar al respecto, tampoco transformar el nacimiento en una causa. No puedo. Puedo agradecer desde lo más hondo, desde el sentir más profundo, ese tremendo poder y certeza. Y también puedo invitar. Sentémonos juntas, calentemos el té, lavemos las sábanas, vayamos a buscar esos miedos que nos reinan, esas exigencias que nos tiranizan, esas pretensiones que nos quitan la risa. Y mientras tanto, vamos contándoles a los otros como es eso de dar a luz a la humanidad entera.



* Caridad Merino
Socióloga UC con Diploma en Apego Seguro UC y en Teología UAH. Magister en Políticas Públicas UC. Dedicada a la enseñanza de la teología y a acompañar a mujeres en sus gestaciones y partos. Trabajo dirigiendo una fundación para el desarrollo sustentable (@fundacioneltoldo) y aportando desde las políticas públicas para cambiar el tipo de atención al nacimiento que se ofrece en Chile (@caridadmerino). Soy mamá de 4.




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