La Manif

Mientras caminaba por la rue Place Bellecour cantando Por todas las compas marchando en Reforma, peleando en Sonora, luchando por Chiapas, buscando en Tijuana, etc., sentí de pronto dos cosas: 

Una gran emoción de elevar las voces en conjunto y de estar marchando, peleando, luchando, buscando, en grupo. El feminismo es, sobre todo, la sensación fantástica de encontrarte con personas que también están marchando, peleando, luchando y buscando, una existencia en comunidad que extraiga lo mejor de cada impulso. Es la unión de las capacidades. Es la celebración de la vida en libertad. Es música en rubato, un poco afuera del ritmo. Es la certeza que envuelve y permite respirar para seguir. Tomarse una cerveza un día asoleado en el quai y soñar, ¿qué mejor? 

Pero, por otro lado, tener que corear que nos queremos vivas me pareció de pronto totalmente absurdo. Como un niño de 16 que lo llevan a jugar a los columpios. El desfase queda a simple vista, entre los deseos del niño y el contexto. Entre lo que somos y el paternalismo con que nos tratan. Cómo explicarlo: No queremos jugar. (Y a diferencia del ejemplo, hace un rato ya no tenemos 16). El feminismo es todo lo que dije y al mismo tiempo no es eso. Se ve como si fuera una pataleta, un capricho, una diversión. Y es lo más serio que hay. La mitad de la humanidad diciendo hey, eso ya no va más, el síndrome del impostor no es un problema que las mujeres sufren. Dirige nuestra visión hacia la idea que hay que arreglar problemas de las mujeres en el trabajo, en lugar de arreglar los lugares donde las mujeres trabajan, como dijo Ruchika Tulshyan y Jodi-Ann Burey. 

A la altura de la Rue Constantine llegando a la Place des Terreaux (como también han avanzado los derechos en la historia), coreando El patriarcado es un juez, el brío crecía, y al mismo tiempo me pareció francamente que esto ya no puede demorar más. Miren qué evidente, nuevamente Ruchika Tulshyan y Jodi-Ann Burey: Incluso si las mujeres demuestran fuerza, ambición y resiliencia, nuestras batallas diarias con microagresiones, especialmente expectativas y suposiciones formadas por estereotipos y racismo, a menudo nos empujan hacia abajo. El síndrome del impostor como concepto no logra capturar esta dinámica y hace que las mujeres tengan la responsabilidad de lidiar con los efectos. Los lugares de trabajo siguen estando mal orientados hacia la búsqueda de soluciones individuales para problemas causados de manera desproporcionada por sistemas de discriminación y abusos de poder. 

8 de marzo de 2021 y vamos a tener que ir dándonos prisa, porque ciertamente nos queremos vivas, ¡qué duda cabe! El que se sienta cansado y no quiera escuchar pues tendrá que hacerlo. Porque Claudia, Esther, Teresa, Ingrid, Fabiola, Valeria querían simplemente vivir tranquilas. Y Juana, Fulana y Zutana quieren simplemente trabajar tranquilas y que se les pague lo que el trabajo cuesta. Es fácil de comprender. Nada del otro mundo, una petición incluso mediocre, poco ambiciosa, de una simplicidad básica que hasta aburre. 

Entonces nos vamos poniendo las pilas, y vamos dejando a las mujeres tranquilas, con sus úteros, por si los quieren usar o no, o se los quieren sacar, o quieren tener sexo y frotarse harto el clítoris. Porque en definitiva, qué cresta les importa a los demás. Porque como dijo Gabriela Cerruti, dejen de hacer del cuerpo de las mujeres el territorio de disputa de aquello que no puede solucionar la economía o la política, el mundo es injusto pero la respuesta no está en nuestro útero, el mundo es injusto porque está construido hace 500 años sobre un modelo de explotación de las mujeres y la naturaleza. 

Y, por favor, se quejan del toque de queda, pero nosotras, si vivimos solas tenemos que obligatoriamente volver a la casa temprano siempre, todo el año, porque el riesgo de que algo ocurra en el camino es tan alto como la posibilidad de que una planta se muera si no la regamos: es casi del 100%, a menos que sea un cactus en el desierto (y aun así, necesita un poco de agua). Y no es una exageración, aunque lo parezca.

Así funciona el feminismo, miles de temas que se empujan unos a otros, enredándose, por dónde empezar. Como una manifestación llena de colores y cantos. ¿Suena confuso? ¿Disparatado? ¿Insistente? Sin embargo, es bastante simple: Ya no más. No va más, como se dice en el casino. Así es que con claridad, sin ponerse nervioso, sin confusión, lee esto: ¿ESTÁS CANSADO? TOMA FUERZA PORQUE ESTO SIGUE. 


Andrea Balart-Perrier
Lyon, 08 de marzo de 2021 



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