La frase “la vergüenza debe cambiar de lado” [que la honte change de camp] de Gisèle Pelicot, quien fue drogada y violada por cerca de un centenar de hombres durante años, desafía y cuestiona el sistema que impone la vergüenza sobre las víctimas y no sobre los agresores. Esta expresión es un grito de denuncia contra una sociedad que todavía se ve atrapada en estructuras patriarcales donde las víctimas de violencia sexual o de género son llevadas, ya sea directa o indirectamente, a asumir la culpa o responsabilidad por la agresión que han sufrido. La pregunta es inevitable: ¿Por qué las víctimas sienten vergüenza en lugar de sus agresores?
La vergüenza y el silencio: los efectos del patriarcado en la psicología de las víctimas
Uno de los factores más profundos que explican la vergüenza que sienten las víctimas de violencia de género es la interiorización de la culpa, inculcada en un sistema patriarcal que tiende a responsabilizarlas por las agresiones sufridas. Simone de Beauvoir, en El segundo sexo, explora cómo las mujeres, desde temprana edad, son socializadas para ocupar una posición de objeto o de “otro” con relación al hombre, lo cual va acompañado de una asimilación de la culpa por las acciones ajenas. Este proceso de socialización implica, según Beauvoir, que las mujeres asuman “expectativas” sociales que no sólo limitan su libertad, sino que las predisponen a aceptar una responsabilidad inmerecida en situaciones de abuso o agresión.
El silencio y la salud mental de las víctimas
La vergüenza y el miedo a ser juzgadas, revictimizadas llevan a muchas mujeres a ocultar los actos de violencia, lo cual tiene profundas repercusiones en su salud mental. Judith Herman, en su libro Trauma and Recovery, destaca que “la vergüenza no solo causa el silenciamiento, sino que perpetúa la autoagresión de las víctimas”. Esto se traduce en ansiedad, depresión y estrés postraumático, entre otros síntomas. En muchas ocasiones, el hecho de no hablar o revelar el abuso es una forma de negar que ocurrió; es una manera de intentar “proteger” la propia imagen y evitar el juicio social, al mismo tiempo que se mantiene una frágil estabilidad emocional. Sin embargo, el efecto es opuesto: el silencio y la ocultación agravan la carga emocional, porque el trauma sin procesar sólo se profundiza y afecta tanto la salud mental como física de la persona afectada.
¿Empatía con el agresor? Un conflicto emocional internalizado
El fenómeno de sentir empatía o preocupación por las consecuencias que el agresor podría enfrentar. Pensar, por ejemplo: podría perder su empleo o ir a prisión, es un reflejo de cómo las estructuras de poder distorsionan el sentido de justicia y autocuidado en las mujeres. En el libro Los hombres me explican cosas, la autora feminista Rebecca Solnit aborda esta cuestión señalando que “las mujeres son constantemente condicionadas a no hacer ruido, a adaptarse y, en última instancia, a pensar en el bienestar de los demás más que en el propio”. Solnit señala cómo esta tendencia a la complacencia y la adaptación está profundamente arraigada en la educación y cultura, lo que lleva a muchas víctimas a priorizar el bienestar del agresor, antes que el suyo.
Otro factor relevante en esta empatía hacia el agresor es el miedo a una represalia o la pérdida de apoyo social. Esto es especialmente cierto en contextos donde las víctimas tienen una relación cercana o familiar con el agresor, lo que incrementa la dificultad de denunciar por miedo a “romper la familia” o “quedar sola”. La antropóloga Rita Segato, en su obra La guerra contra las mujeres, profundiza en la presión social y familiar que se ejerce sobre la víctima para que “perdone” o “olvide” el abuso en nombre de una supuesta armonía social, un fenómeno que lleva a muchas mujeres a un silencio cómplice involuntario.
El impacto del patriarcado y la necesidad de una transformación social
Para transformar esta dinámica de vergüenza y silencio, es crucial que, como afirma Gisèle Pelicot, “la vergüenza cambie de lado”. Esto implica un cambio estructural donde la responsabilidad de la violencia recaiga sobre los perpetradores y no sobre las víctimas. Es por ello, necesario que la justicia no sólo busque castigar a los agresores, sino también redefinir el rol de la vergüenza y la culpa en la sociedad, para que esto deje de recaer sobre las víctimas y se centren en quienes verdaderamente lo merecen.
Entonces, para revertir la dinámica de vergüenza y silencio impuesta a las víctimas de violencia de género, es fundamental visibilizar el acto de hablar sobre estas experiencias como una vía de liberación, y no como una revictimización. Gritar que se ha sido víctima debe ser entendido como un acto de valentía que transforma a las personas en sobrevivientes, no como una experiencia que las retraumatiza. “La vergüenza debe cambiar de lado”, implica trasladar la carga moral de la violencia hacia los perpetradores y no hacia quienes la han sufrido.
En conclusión, desmantelar la cultura que asigna vergüenza y culpa a las víctimas requiere desafiar las creencias y normas que perpetúan estas dinámicas. Es fundamental que la sociedad reconozca y escuche las voces de las sobrevivientes, de manera empática y que sitúe la responsabilidad y la vergüenza en quienes deben cargarla: los agresores. Sólo mediante este cambio podremos construir una sociedad que no sólo proteja a las víctimas, sino que también les permita recuperar su dignidad y su libertad.
Referencias bibliográficas:
- Beauvoir, Simone de (1949). Le deuxième sexe [El segundo sexo]. París: Gallimard. (Edición en español: 2018, Madrid: Cátedra).
- Herman, Judith (1992). Trauma and recovery: The aftermath of violence — From domestic abuse to political terror. Nueva York: Basic Books.
- Solnit, Rebecca (2014). Men explain things to me [Los hombres me explican cosas]. Chicago: Haymarket Books. (Edición en español: 2016, Madrid: Capitán Swing).
- Segato, Rita (2016). La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños.
* Elba Sissi Acevedo Rojas. Abogada, Magíster en Educación, Candidata a Doctora en Gobierno y Políticas Públicas. Investigadora en Derechos Humanos y Políticas Públicas. Especialista en derechos humanos de la mujer, derechos de la niñez, derechos sexuales y reproductivos, y violencia de género. Estudiante del Máster MEEF en la Université Claude Bernard Lyon 1. Publicaciones destacadas: “Hostigamiento sexual universitario: el espectador como agente de cambio”, “Políticas públicas para el derecho a una vida libre de violencia sexual.” Con una trayectoria enfocada en el análisis de políticas públicas y la promoción de derechos humanos, especialmente en temas relacionados con la equidad de género y la protección de poblaciones vulnerables. Nació en Lima, Perú, y vive en Lyon, Francia.