Fantasía

La fantasía es todo. Pero preparémonos para lo peor, porque puede llegar. No hay razón en la ópera, dice Maria Callas, en la película de Pablo Larraín. Mi vida es la ópera, afirma. El amor es un pájaro rebelde, que nadie puede domar, canta Callas, en la Habanera de Bizet, el amor es hijo de la bohemia, y nunca ha conocido la ley, cuando crees tenerlo, él te evita, cuando crees evitarlo, él te tiene. Estoy en la mitad de la vida. Hace doce años me fui de Santiago de Chile, escapando de la opresión. Una fantasía. Ahora escucho ópera, Maria Callas cantando: l’amour est un oiseau rebelle, que nul ne peut apprivoiser, tu crois le tenir, il t’évite, tu crois l’éviter, il te tient. Todo es canto y fantasía. ¿Escapé de la opresión? No sé. Conocí la humildad en cualquier caso. La humildad real. Conocí la flexibilidad absoluta, lo que es ya bastante. Aterricé la fantasía, para crearla mil veces más inmensa. Una fantasía sobrecogedora y gigantesca. Una fantasía tan descomunal que sale por las ventanas y lo inunda todo. Desciende río abajo y llega al mar. Llega a la inmensidad en el horizonte. Bien. Tal vez esa es una forma de escapar de la opresión. El himno de Chile dice, o la tumba serás de los libres o el asilo contra la opresión. De acuerdo. ¿Hay la fantasía suficiente? El neoliberalismo no conoce la fantasía. Teme de la fantasía, quiere destruirla, para que todo sea ganancia. ¿Ganamos? Perdemos. Nos perdemos. Estamos perdidos. Pero soñamos, sabemos hacerlo bien. Aunque nos falte la fantasía. Debe ser una capacidad humana. Igual que el humor. Chile es un país con muchísimo sentido del humor. Juntos son dinamita. Como Nicanor Parra y la pluma. Entonces surge algo lleno de fantasía: el humor negro. Lo que nace cuando se tiene fantasía en el lugar donde se aniquila la fantasía. ¿Encontré aquí la fantasía? No tengo idea. Tal vez ya la tenía de antes. Porque resistir es una fuente inagotable de fantasía. Sigo resistiendo, con humildad y flexibilidad, aunque no lo parezca, sobre todo lo segundo. Tal vez soy un pájaro rebelde, como el amor. En cualquier caso amo la fantasía. Amo la ficción infinita. Todos esos cuentos hermosos que nos contamos para sobrevivir. Sigo contándome cuentos, eso no cambia. Doce años y tal vez soy la misma. Creo en la fantasía. En el mundo de la fantasía. El que abre y cierra. El que da juego y ceremonia a la existencia en búsqueda de sentido. Cuando creo tener a la vida, ella me evita, cuando creo evitarla, ella me tiene: como un juego. Doce años y entiendo mucho menos que antes. Tal vez tenía ideas más categóricas sobre las cosas. Ahora es el vendaval absoluto. Soy más feliz en todo caso. Me volví rama flexible que vuela con el viento sin romperse. Una verdadera danza, con una melodía como la habanera, que va y vuelve. Que salta y cae. Se mece como si entendiera algo, y no. Tal vez rendirse a la comprensión es la etapa siguiente. Quedarse en la fantasía como un refugio seguro. Unas novelas que vayan contando la historia que falta. Como quieren eliminarla en todos lados, también aquí, hay que insistir sobre ella. Porque sin fantasía: nada. Buscando las historias un sentido. En doce años, ¿encontré el sentido de la vida? Como escribió Han Kang: Todo esto no tiene ningún sentido. Como escribió Parra: es para el otro lado. Está en la fantasía, ahora lo sé. Lo encontré tal vez. Doce años y encontré el sentido de la vida. No tengo nada más que silencio, pero voy redactando esa fantasía del sentido. En un Lyon luminoso y ardiente, voy escribiendo la fantasía del sentido. El amor es un pájaro rebelde. Las historias son un animal hambriento. Un animal mitológico y teatral de la fantasía. Esta mitad de la vida será la ópera absoluta. La que emociona hasta hacer nacer. ¿Quién soy? No tiene ninguna importancia. Vivo en el mundo de la fantasía.  

Andrea Balart

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