[esp] Andréa Balart-Perrier - Tar y los simios

Tar muy alegre se dirigió al planeta de los simios. De aquí voy a extraer el mineral, se dijo. Aquí todo será posible porque estos monos se ven tranquilos. Silenciosos, domesticados. Vamos simios, organicemos algo, hagamos volteretas en el aire, cantemos, y luego yo voy recolectando. Recolectando, recolectando, saqueando, saqueando. Una foto por aquí, una foto por acá, a ver si esto vende, a ver si el público gusta de estos espectáculos, una obra de teatro por aquí, una por allá, vamos pavimentando un camino construido con cuerpos. Si te he visto no me acuerdo. Cómo. Tar encantada en el planeta de los simios se pasea por la selva, va abriendo paso con los brazos, entre insectos y mamíferos desprevenidos. De pronto una construcción en medio de los árboles. No puedo abrir esta puerta. Primer impasse. Tar no quiere pagar lo que cuesta. Por qué pagar a los simios si están tan calladitos. ¿Hablan? Tar toma el dinero, corre. La selva se cierra sobre ella misma. Atrapada. Pero tiene el dinero. No lo suelta. De eso ni hablar. Ella encontró los minerales. Ella trajo los insumos y escenarios. No sé qué le pasa a estos monos. Segundo impasse. Tar sigue armando circos que vayan a su ritmo para que la producción se justifique. Toma todo lo de uno y lo quiere llevar al otro. Nada salió de su cerebro porque el arte tal vez dónde estaba. Lo encontró. Lo encontró botado según ella. Se generó por arte de magia. Por generación espontánea. Porque las cosas no surgen de algún lado, del cerebro de otra persona. Entonces vamos llevando, vamos llevando. Los monos vuelven a hablar. Adónde llevas todo eso. ¿Lejos? Tar, pero estamos de lo más bien aquí, de hecho tal vez ahora que te vas yendo todo vaya incluso más fluido porque como que interfieres, pero no se veía, ahora se ve, ahora todo se va viendo, se identifica. Desde cuándo que los monos hablan, se pregunta. Vuelve contrariada a su refugio lejano. Reminiscencias de selva, reminiscencias de selva en su cerebro. Pero de ahí no sale nada más que reminiscencias. Va a avanzar la máquina y se estanca. Va a avanzar la máquina y se estanca. Qué cansador todo esto. Voy a hablar bien con los monos. Tomaré todo porque así es mi ética. No me importa que sea contra la ley. Es la mía, la defenderé. La defenderé contra viento y marea, y si no sale nada de mi cerebro, qué importa. Porque yo vi, porque yo organicé. Los monos observan, a ratos con intriga, a ratos con un poco de humor, a ratos con estupor. La invitan a continuar su camino, y hacer salir cosas de su cerebro. Pero todo era más fácil antes. Pero todo va siendo difícil. No se domestican estos monos rebeldes, y yo quería organizarlo todo, y seguir robando. Saqueando, saqueando. Los minerales, el arte, la vida, el sentido. Lo robaron todo. Tar llora un poco para intentar comprender. Qué ha pasado que el carromato se detuvo. Los monos tranquilos, siguen ocupando su cerebro. Observan. Se organizan. La selva al fin de cuentas, era un lugar amable sin ese circo. Siguen haciendo arte, porque saben hacerlo muy bien. Siguen. Siguen. La selva permanece. Hablan. Ella anota: el planeta de los simios que hablan, pero la idea no es de ella, y la exhibe y el dinero luego nadie lo vio. Llama a su compañera de cuarto, Len, un simio amigable, para que le dé una opinión de este circo que armó que no está saliendo como esperaba. Las dos junto a la piscina reflexionan boca arriba, como el cuento de Cortázar, pero aquí es más plano, no hay tantas aventuras. Más bien pequeños petardos que se apagan, luego de entregar luz artificial. Esto es real como la ficción, dice una. ¿Esto vende?, pregunta la otra. Luego la misma secuencia, pero cambian las frases entre ellas. Una pregunta si esto vende y la otra afirma que esto es real como la ficción. En definitiva así se va la tarde junto a la piscina. Las nubes se cierran sobre ellas. Tienen que entrar a la casa porque llueve. Organicemos algo, dicen. ¿Robando?, pregunta una. ¿Mintiendo?, pregunta la otra. No llegan a una claridad en relación a las respuestas. Vuelven a repasar. ¿Robando o mintiendo? Las dos, dice una. Las dos, dice la otra. Luego vuelven a hacerse las mismas preguntas, cada una repitiendo una de las preguntas, a continuación de la otra, y van cambiando para no aburrirse tanto. Así se va la noche. Llega la madrugada. El cerebro está vacío y lo han repasado todo. Repasaron todas las maneras posibles de zafar de aquellas leyes implacables que a veces existen entre las personas. No hay manera. Deciden hacerlo igual, porque cerebro vacío es hambre para mañana. Incluso para hoy. La selva impasible. El arte creciendo. Los monos prendiendo antorchas para alumbrar. Porque con la luz no se juega. Porque es necesario ver. Porque no necesitan luz donde hay el arte que nace desde adentro. Desde muy adentro nace y llega lejos. Lejos. Lejos. Como la selva. Esa que recuerda en sueños. Esa que habita con sueños. Los monos tranquilos: tal vez un día se pague lo que cuesta y no se robe lo que hay.


* Andréa Balart-Perrier es escritora y abogada de derechos humanos. Máster por la facultad de filosofía de la Universitat de Barcelona. Activista feminista, cofundadora, directora y editora de Simone // Revista / Revue / Journal. Escribe literatura hace 20 años, y es autora de 100 libros, publicados en Fée Éditions / Intemperie Ediciones, entre los que destacan la serie de novelas: Lisa. Franco-chilena-catalano-vasca, nació en Santiago de Chile y vive en Lyon, Francia.


Original photography © Daymar Toussaint.

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