[esp] Catalina Bosch Carcuro y Rosario Carcuro Leone - Arriba las que luchan

 Marzo de 2021

El movimiento de mujeres surge en Chile, emparejado a otras luchas, todas luchas de oprimidos y de sectores que comenzaban a vislumbrar sus derechos como garantía de supervivencia, en la segunda mitad del siglo XIX. Hablando de estos temas, siempre nos gusta imaginar a Eloísa Díaz, que se convierte en la primera médica de Chile y de América del Sur, en 1886. Esto gracias a un decreto ley, que en 1877 permite que las mujeres entren a la Universidad. Nos gusta imaginar a la joven Eloísa con su audacia y con la intransigencia de sus propios deseos.  Su presencia -tan temprana- nos impulsa a ver el panorama del feminismo en Chile desde la perspectiva de mujeres que saltaron barreras, primero suavemente, desde su intuición, develando formas nuevas en la medida que avanzaban, con audacia, en el conocimiento de sus posibilidades. 

Es indudable que el tema de la educación salta siempre a la vista a la hora de vislumbrar una inserción más profunda en la sociedad. Y Amanda Labarca es una figura impulsora del derecho a la educación en las primeras décadas del siglo XX. ¿Qué  tenemos que conocer las mujeres? ¿Qué es lo que debe abarcar nuestro conocimiento? ¿Y quién nos debe entregar ese conocimiento? Estas preguntas fueron siendo contestadas en la medida que Amanda Labarca y otras mujeres se organizaban, creando círculos de estudio y analizando la posibilidad del sufragio como una meta realmente deslumbrante. En 1949, las mujeres chilenas obtienen el derecho al voto universal, interviniendo aquí el más poderoso movimiento de mujeres que ha tenido Chile, guiado por mujeres memorables como Elena Caffarena y Olga Poblete. Ese movimiento se llamó “Movimiento por la Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH)” y tuvo una vida de 18 fructíferos años (1935-1953).

Cuando nos interesa hablar del feminismo de este momento, en Chile, es absolutamente necesario profundizar en estos datos, con toda la enorme vitalidad y la importancia teórica y práctica que contienen. La lucha de las mujeres en contra de la dictadura durante 17 años (1973-1990), no sólo significó la capacidad de acción y de coordinación que desarrollaron en esos fatídicos años, sino que también significó la capacidad política de ver en el feminismo -con su extraordinaria consigna “democracia en el país, democracia en la casa”-, la guía que podía encauzar de una manera global la enorme batalla que implicaba expulsar al tirano y luego recuperar una sociedad libre. Julieta Kirkwood se alza aquí como la impulsora, la estudiosa, la que dinamiza la lucha desde otra forma de hacer política. 

La revuelta popular que comenzó el 18 de octubre de 2019, tres décadas después del retorno a la democracia, le estalló violentamente en la cara a la sociedad chilena. Se liberaban a partir de ahí años de silencio, resignación y abusos sostenidos en la Constitución que dejó Pinochet. La Marcha Feminista, del 8M del 2020, convocó a cientos de miles de mujeres que gritaron por la libertad y la esperanza, insistiendo en denunciar múltiples opresiones e injusticias en el ejercicio del poder en diversos ámbitos y sentidos, el neoliberal y el patriarcal en primerísimos lugares. 

Respondiendo al clamor de los pueblos que participaron de estas movilizaciones y concurrieron a las urnas en el posterior plebiscito, en unos días se elegirán a las 155 personas que conformarán la Convención Constitucional para redactar la nueva Constitución de Chile, primera en la historia de la humanidad escrita con paridad de género. Muchas mujeres, desde distintas zonas y generaciones, participan como candidatas, planteando la construcción de una sociedad justa y cuidadosa que considere el feminismo como fuente de principios y estrategias para nutrir la carta magna que será escrita. Pero aquí, cabe preguntarse ¿cuándo, cómo y por qué el feminismo se transformó de pronto en un referente tan fundamental para continuar en esta lucha? Muchas respuestas serán elaboradas en análisis posteriores. Pero es indudable que la fuerza, la convicción y la estrategia de convertir lo colectivo / político / solidario en una sola fuerza, derrumbando la lógica de lo íntimo / privado / individual como trampa para las denuncias y transformaciones, tiene que ver con lo que está pasando hoy, aquí, en la sociedad chilena.

Las feministas alzamos el grito de igualdad, de respeto y reconocimiento de lo diferente como parte fundamental de lo humano. Las feministas luchamos por el agua como un derecho de todos y todas, por el cuidado de la naturaleza y sus elementos. Las feministas alzamos la voz por darle valor al cuidado como trabajo fundamental para la sociedad y la importancia de poder decidir sobre nuestros cuerpos, contando con la información y mecanismos de apoyo desde el Estado. Incluimos el amor, la sororidad y la emoción en el análisis político, exigimos el reconocimiento de los pueblos originarios como tales y a las personas migrantes como sujetos(as) de derechos humanos. Levantamos la voz por el respeto de todas las personas, colectivos y comunidades, y la dignidad que merecen. Tomadas de las manos, seguimos contribuyendo a un mundo mejor, en lo doméstico y en lo público, porque ambos espacios se retroalimentan, porque en ambos las mujeres hemos sido ciudadanas de segunda clase y porque mientras eso perdure seguirá costando dolor y vidas. ¡Arriba las que luchan! 



* Catalina Bosch Carcuro. Nació en Cuba hace 46 años y desde hace 30 vive en Chile. Psicóloga, Magíster en Psicología. Activista, Académica y Profesional en migración, interculturalidad y género. Candidata a la Convención Constitucional representando a la Coordinadora Nacional de Inmigrantes.

* Rosario Carcuro Leone. Chilena. 84 años. Estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad Católica y obtuvo su post grado en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina, en la Sorbonne. Profesional y Activista por los derechos y la educación de las mujeres en Cuba y Chile. 



[esp] Alejandra Zúñiga Fajuri - ¿La primera constitución feminista del mundo?

[Nota: Esta columna reemplazará el “universal masculino” por el “universal femenino no excluyente” con el fin de corregir las disposiciones de la RAE y su nueva gramática de la lengua española (2009, sec. 2.2f), que establece que, cuando se hace referencia a sustantivos que designan seres animados, el masculino designa “a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos”. Para contrarrestar esto en esta columna el femenino será el que designe a todas las personas de la especie, sin distinción de sexos.]


Chile hoy está de moda. Los ojos del mundo se posan interesados y curiosos en lo que se ha llamado “el experimento político chileno” -inédito en la historia de la humanidad- consistente en la redacción de una Constitución con paridad de género. Por increíble que parezca, lo cierto es que, en pleno siglo XXI, Chile será el primer país del mundo con una Constitución escrita por igual cantidad de mujeres y hombres. Y la pregunta que nos hacemos quienes queremos ser una de esas mujeres es ¿qué podemos exigir, en contenido, a una Constitución escrita en paridad? O, si se quiere ¿qué significa tener una constitución feminista? 

Sabemos ya como son las Constituciones escritas por hombres. Lo han sido todas las conocidas hasta ahora. Pero, como señala Isabel Allende, aunque “el patriarcado es pétreo. El feminismo, como el océano, es fluido, poderoso, profundo y tienen la complejidad infinita de la vida…” y eso hace que hablar siquiera de feminismo sea incorrecto: hoy hay tantos feminismos como ideas de igualdad o de justicia y es tan “feminista” pedir igualdad de sueldo por igual trabajo, como abogar para que se remunere el trabajo doméstico y de cuidado, mayoritariamente realizado por mujeres. Es tan feminista apoyar las leyes de cuotas para acceder a espacios de poder, como rechazarlas con el argumento de mantener una igualdad formal “sin privilegios”. 

¿Qué es lo que “queremos las mujeres”? Para avanzar una respuesta debemos primero enfrentarnos con lo que se ha llamado “la paradoja Noruega”, que revela cómo las políticas de equidad desarrolladas por los países con mayor igualdad de género del mundo (Noruega, Dinamarca, Finlandia, Islandia y Suecia) se han estancado inevitablemente [1]. Estos son, como se sabe, estados de bienestar que, aun cuando apoyan a las familias trabajadoras, promueven el permiso parental, dan soporte legal, político y cultural para alcanzar la igualdad de género, mantienen, al mismo tiempo, notables diferencias en cuestiones como la corresponsabilidad o la ocupación de puestos directivos. 

¿Por qué se ha detenido el cambio? Una posible explicación -responden las investigadoras- es que las mujeres prefieren desarrollar sus carreras en el sector público pues les da más estabilidad, aun cuando con ello contribuyen a mantener la brecha salarial, pues estos empleos tienden a pagar menos que los del sector privado. Lo mismo ocurre con la elección de carreras pues, según varios estudios desarrollados en los EE.UU. y el Reino Unido, los países con una mayor cultura de igualdad de género tienen una proporción menor de mujeres en carreras de ciencias, tecnología y matemáticas (STEM) [2]. La paradoja, entonces, se produciría porque en los países nórdicos, que tienen un mayor nivel de vida y bienestar, las mujeres jóvenes estarían eligiendo mayoritariamente carreras típicamente “femeninas” relacionadas con el cuidado, los servicios y los idiomas, aumentando las diferencias de género. Por el contrario, en las economías menos estables, las mujeres elegirían carreras STEM en función de los ingresos y la seguridad que brindan, incluso si prefieren otras áreas de estudio. Es decir (y aquí la paradoja) cuando disminuyen las preocupaciones económicas, como es el caso de países con igualdad de género, las preferencias personales se expresan con mayor fuerza y las diferencias entre los sexos aumentan.

Lo mismo sucede con las tareas domésticas y el cuidado familiar. Las medidas de igualdad han tropezado con una porfiada realidad. A pesar de contar con políticas de cuidado infantil subsidiado y horarios de trabajo flexibles para alentar a las parejas a compartir la crianza de las hijas, la división por género del trabajo parental sigue siendo muy importante. En Islandia y Suecia, que tienen las políticas más generosas, los hombres toman sólo el 30% de los permisos parentales, en Noruega el 19% y la proporción cae al 11% en Dinamarca y Finlandia [3]. El informe también señala otras tendencias que teóricamente debieran haber cambiado: aun es más probable que las mujeres elijan trabajar a tiempo parcial, inviertan más horas en las tareas domésticas y se hagan cargo del cuidado de familiares mayores. Incluso aquellas mujeres que pueden pagar y delegar esos trabajos elegirían no hacerlo, lo que evidencia que lo que influye en la elección de carreras, la inversión personal en el trabajo remunerado vs. las tareas de cuidado es más complejo que lo que a veces se quiere simplificar con las ideas de “patriarcado” y “techo de cristal”. 

Por cierto que la discriminación cumple un rol importante en la elección personal -como lo prueba la teoría de las preferencias adaptadas. Sin embargo, una comprensión completa del fenómeno nos obliga a sopesar también aquellos otros factores que influyen, decisivamente, en el valor que mujeres y hombres le dan a los trabajos de cuidado y reproducción. Hay varias explicaciones para esto desde la psicología evolutiva pues es evidente que, desde el punto de vista biológico, la contribución femenina vs. masculina en la reproducción es muy disímil [4]. “A nivel puramente biológico, la eyaculación masculina se produce de forma barata, rápida y constante. Las mujeres, sin embargo, requieren 28 días para pasar por un solo ciclo reproductivo y, si la concepción tiene lugar, contribuyen nueve meses a la gestación. En las sociedades de cazadores-recolectores (análogas a las circunstancias en las que tuvo lugar el 99% de la historia de la humanidad), la lactancia se prolongó hasta cuatro años. Durante este tiempo, la madre probablemente llevó al bebé con ella en las expediciones a un costo sustancial en calorías para ella, pero con los beneficios de la nutrición continua para el bebé” [5]. 

La historia muestra que las diferencias en el cuidado parental son universales y transculturales y aun cuando existen sociedades donde el compromiso masculino ha ido en aumento, no hay ninguna donde sea remotamente equivalente al materno [6]. No hay registro de culturas conocidas donde las madres abandonen voluntariamente a sus hijas en la misma medida en que lo hacen los padres. Todavía, después de un divorcio, la inmensa mayoría de las madres demandan la custodia de las hijas, a diferencia de lo que ocurre con los padres. Por ello todavía, a escala mundial -y como mostró crudamente la Pandemia del Covid-19- las mujeres realizan las tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado lo que, en promedio, les supone 4 horas y 25 minutos al día frente a 1 hora y 23 minutos que dedican los hombres. A lo largo de un año, esto representa un total de 201 días de trabajo (sobre una base de ocho horas diarias) para las mujeres en comparación con los hombres. A su turno, el principal motivo indicado por las mujeres en edad de trabajar para estar fuera de la fuerza de trabajo remunerado es el trabajo de cuidados, mientras que para los hombres el principal motivo es “estar estudiando, enfermo o discapacitado” [7]. El mismo estudio indica que en 2018, las madres de niñas menores de 5 años representan las tasas de empleo más bajas (el 47,6 por ciento) en comparación con los padres (el 87,9 por ciento).

¿Cómo puede una nueva constitución responder a esta realidad? ¿Qué tipo de cambios debiéramos promover teniendo en cuenta estos datos? Algún feminismo insistirá en que estas cifras son el resultado únicamente de las condicionantes sociales y culturales del patriarcado y que, por lo tanto, debemos insistir en el desarrollo de políticas que permitan eliminar todas las diferencias entre los sexos. Otro feminismo, en cambio, defenderá como legítimas las preferencias e intereses divergentes entre mujeres y hombres, valorando la especial relación que ellas tienen con las tareas de cuidado y exigiendo visibilizarlas y remunerarlas adecuadamente. Luego, si admitimos que las elecciones y la predisposición femenina a las tareas de cuidado -causadas, al menos en parte, por nuestra herencia evolutiva– hacen muy poco probable un cambio radical de los históricos roles de género -como muestra el ejemplo de los países nórdicos- entonces una Nueva Constitución debiera incentivar que, junto con la garantía de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, haya también un reconocimiento real (monetario) y simbólico (aprecio y valor) al trabajo de cuidado. 

Personalmente he compartido con millones de mujeres la preferencia por el cuidado personal de mis hijas pequeñas en un contexto de corresponsabilidad con mi pareja. Pero sé que hay mujeres que prefieren delegar estas tareas a terceros y que, además, hay muchas otras que, queriendo cuidar, están ahogadas en la pobreza y no pueden elegir, porque para cuidar se requieren recursos y apoyo social. Por eso creo que una nueva constitución debiera incorporar, en la medida de lo posible, todos los “tipos de feminismos” y, junto con incorporar mandatos de corresponsabilidad, reconocer que cuidar es un derecho y ser cuidado también. Que se trata de un trabajo esencial que constituye la base invisible del bienestar social y que no puede seguir siendo carga sólo de las mujeres, sino que requiere ser socializado, recompensado y valorado también por la economía y el Estado.  


[1] UNDP. Human Development Report 2019. Beyond income, beyond averages, beyond today: Inequalities in human development in the 21st century. http://hdr.undp.org/en/2019-report 
[2] Stoet, G., & Geary, D. C. (2018). “The gender-equality paradox in science, technology, engineering, and mathematics education”. Psychological Science, 29(4).
[3] The Nordic Gender Effect at Work (2019). Secretary of the Nordic Council of Ministers, Nordic Council of Ministers. https://www.norden.org/en/publication/nordic-gender-effect-work  
[4] Bellis, M. A. and Baker, R. R. (1990). “Do females promote sperm competition? Data for humans”. Animal Behavior, 40, 997–9.
[5] Campbell, Anne C. (2013). A Mind of Her Own: The Evolutionary Psychology of Women. Oxford, Oxford University Press.
[6] Browne, Kingsley (2002). The Rutgers series in human evolution. Biology at work: Rethinking sexual equality. Rutgers University Press, New Brunswick, NJ. 
[7] OIT (2019). The Unpaid Care Work and the Labour Market.  An analysis of time use data based on the latest World. Compilation of Time-use Surveys / Jacques Charmes; International Labour Office – Geneva, ILO.



* Alejandra Zúñiga Fajuri (PhD) es profesora e investigadora en la Universidad de Valparaíso, Chile. Lleva 25 años defendiendo los DDHH de grupos vulnerables como el derecho a la salud de las personas con VIH-SIDA, el acceso a lenguaje de señas en la televisión para las personas sordas, la despenalización del aborto, entre otros. Hoy es candidata a la Convención Constitucional por el distrito 7.



[eng] Amanda Ahumada - Eat myself away

She scurries to the kitchen for yet another cookie.
Nibbling greedily as though each bite held happiness.
She tiptoes in silence, to the cupboard and reaches for another bag of anything that will crunch loud enough to silence the running thoughts in her head.
She chews through each breath of air as though she were swallowing glass.
She raises a glass when she cannot hold herself up to the version of her she was trained to be.
On a sunny day, a good day, she is a good girl; she licks her ice scream.
Must keep tongue occupied so as not to let fierce words escape.
On a sunny day, a good day the ice scream is sweet, her insides scream
When night falls, she sharpens the kitchen knives, preparing a dinner for two.
With precision, she carves her arms.
She is the main dish.
And while preparing dessert she prays that with each spoonful of sugar she be turned into something nice.



* Amanda Ahumada
I was born in Calgary, Alberta, Canada February 1979 to two Chileans. At 13 years of age, I started a new chapter of my life when my parents returned to Chile.
I have a beautiful daughter who fills my soul with joy.
Stand-Up Comedy The Chistolas:
https://www.instagram.com/tv/CQezyEWJ54B/?utm_medium=copy_link
Storytelling in Santiago:
ig @storytelling.in.santiago




[eng] Carolina Larrain Pulido - Chesham Place

This is not my voice, it is hers.

It’s her noble rundown voice,
a fearful voice among sealed walls.

She’s surrounded by inanimate objects,
they’re her only company.   

A computer escapes the stillness of the room,
she spills her lockdown self into it every day.

She discharges her noble self one key at a time,
the motherboard sweetly swallows her pain

Her thoughts are often concealed by a urine infection,
It absorbs everything in her room. 

Her walls steal her thoughts from her urine infection, 
those walls have become a living shrine filled with pictures of loved ones. 

She’s become a talented writer honing her words into powerful phrases, 
intense phrases nobody will ever read.

She’s afraid she’ll wake up dead,
her thoughts become nightmares as she sleeps.

She’s afraid nobody will know she’s dead, 
the nightmares continue every morning.

Her solitude has become comfort,
her solitude has become a cell. 

Her U.T.I. resists and hounds her bladder, kidneys and urethra,
She wakes up feeling the urine tract infection pierce her body.

She wishes she didn’t wake up,
She avoids waking up.

Nobody comes, 
nobody is coming.

Silence takes over the room as she holds onto her breath,
temperature falls.

Her motherboard sneers,
the voices of all of us in it scream.

Her motherboard is powerful,
overloaded with faces of people she’s never met.
 
A friend and a feud, 
the screen dares her to write once again. 

As friends and feuds,
she unknowingly types us in day after day.
 
She’s become alive again,
typing defies death.

As she wakes up she wonders if she’s alive, 
typing proves she’s not lifeless in her room.

A rush of pain assaults her bladder, 
she’s sure she’s awake. 

She knows there’s another day to muddle through,  
24 hours, 1.440 minutes and 86.400 seconds of potential grief. 

She knows counting time harms her,
she does it every day.

Writing desiccates her,
she does it every day.

It’s been worse since the lockup,
But it’s another day. 

One thousand four hundred and forty minutes,
eighty-six thousand, four hundred seconds.

She remembers, this is not my voice, it is hers.



* Carolina Larrain Pulido

Curious and open-minded traveller, filmmaker, photographer and writer. An advocate for critical consciousness, justice, equality, fairness, freedom and unorthodox thinking leading to global change. She doesn’t believe in one objective truth, loves dialogue and hates neoliberal culture. Carolina can generally be found marginally pushing the boundaries of the mainstream. 




[fr] Anaïs Rey-cadilhac - La colère qui nous habite

 « L’agressivité n’est pas une solution » « Ce n’est pas en les agressant que vous allez changer les hommes » « il ne faut pas brusquer les choses, les changements, ça prend du temps » 

Et ribambelles d’autres appels à la tempérance, à l’action sur le temps long, à la pédagogie positive ; et moralisation sempiternelle de tous ces hommes pleins jusqu’à la gorge ouverte de rationalité politique.

Vous ne comprenez pas, nous ne sommes pas en colère par principe : nous sommes en colère parce que nous, la violence patriarcale, nous la vivons dans le vif de nos veines, dans la mort de nos peaux violées, dans la rougeur de nos muqueuses pénétrées sans notre consentement. 

Nous sommes en colère parce que quand nous entendons le mot « viol », pour beaucoup d’entre nous, nous ne voyons pas juste défiler des statistiques et des études socio-psychologiques, mais l’hypermnésie de ces traumatismes qui nous poursuivent implacablement. 

Parce que quand nous entendons « harcèlement de rue », nous ne concevons pas juste un phénomène de société, mais nous repassons en boucle ces scènes d’agressions symboliques que nous vivons depuis les plus précoces signes de notre puberté ; parfois même, avant. 

Alors oui, je le dis, moi quand je parle de féminisme, de charge mentale, d’agression sexuelle, de féminicide, souvent, je perds mon sang froid ; je suis agressive de façon récurrente et je crie plus fort que je ne le voudrais. Ce n’est pas parce que je pense que cette réaction est stratégiquement la meilleure pour déconstruire les structures symboliques et concrètes du système de pensée patriarcal. Ce n’est pas, malgré ce que je peux entendre autour de moi, parce que je prône la violence et la lutte antagoniste comme mode d’action. 

Si parfois je sens ces entrailles-là qui sont les miennes se nouer quand j’entends mes proches en parlant de celui qui est accusé d’avoir consciencieusement défoncé le consentement de jeunes filles qu’il faut « séparer l’homme de l’artiste », si parfois les larmes me viennent aux yeux quand j’entends des amis faire des blagues sur la pédocriminalité, si je ressens en moi l’envie de faire mal à ce représentant de la masculinité toxique qui vient me signifier clairement que l’espace publique lui appartient, c’est parce que je suis devenue femme en connaissant la grande dissociation de l’être qu’est le viol ; c’est parce que j’ai appris que mes sœurs et moi, nous devions nous battre chaque jour pour que l’expression de notre identité passe par autre chose que nos attributs physiques et notre capacité à être douce et aimante, parce que j’ai vécu mon adolescence en me demandant à quel moment j’allais être ostracisée pour ma conduite sexuelle jugée par le tribunal de l’opinion comme déviante, parce que j’ai passé des heures à corriger mon comportement, mes tenues et mon maquillage pour être femme sans l’être trop, pour être aimable sans être bandante, pour être charmante sans être aguicheuse. 

Parce que le Père a aussi souvent été le violeur, parce que l’ami a aussi été l’agresseur, parce que le monde autour de nous semblait tracer immanquablement le cercle étouffant de notre vulnérabilisation par une idéologie pluriséculaire qui avait décidé que la distinction de genre devait dessiner une frontière infranchissable entre le sujet et l’objet, entre le décideur et l’exécuteur, entre le dessinateur de monde et le réceptacle d’existences déjà tracées.

Pour toutes les femmes d’hier et d’aujourd’hui, pour tous les vagins franchis par force, pour toutes les voies tues par le corps bandé d’un pseudo partenaire, pour tous les corps tombés sous les coups de l’incontinente violence des hommes, pour toutes celles-là, et pour moi, je suis en colère et chaque fois qu’un homme viendra m’expliquer comment je suis censée mener la lutte pour défendre le genre féminin, chaque fois qu’ils viendront me dire qu’il ne sert à rien de s’énerver, je ne serais plus désolée de mon emportement, parce que cette colère vient me signifier une chose : le grand renversement idéologique est en cours ; nous sommes en colère et nos voix qui s’élèvent si haut viennent rompre le silence d’un système de pensée jusque-là invisible et indolore ; nous sommes en colère et cette colère nous encourage à venir penser et déconstruire tous ces éléments enroulés autour de nos corps sans même que nous en remarquions les traces sur notre chair scarifiée. Nous sommes en colère et messieurs, si vous voulez avoir droit de parole dans cette belle assemblée que nous avons composée, alors venez marcher avec nous, organisez-vous en assemblée pour nous expliquer ce que vos corps et vos êtres ont aussi dû endurer dans cette grande mascarade archaïque que nous avons jouée ensemble si longtemps. Venez comprendre la grande déconnexion de vos émotions qui vous a été imposée, venez comprendre pourquoi tant de vous viennent noircir nos corps d’hématomes pour se sentir exister. 

Mais messieurs, cessez de me dire un verre de vin à la main, au bar du quartier et entouré de votre boys club, à quel point c’est « extrémiste » et « violent » de venir militer sur la place publique contre un homme accusé de pédocriminalité. Ne venez plus, ô vous apôtres du dimanche midi, me dire que je dois comprendre qu’on ne changera pas tout en un mois et que je dois calmer mes ardeurs. 

Messieurs, cessez de ne poursuivre que l’unique but d’éviter toute culpabilité. Vous n’êtes pas coupables d’avoir hérité d’un système, mais vous serez complices de sa perpétuation si vous ne venez par défaire les liens de vos privilèges, vous serez complices si vous dénoncez notre colère pour mieux délégitimer notre lutte contre l’oppression, vous serez complice si vous venez relayer l’éternel discours de l’hystérie féminine au lieu de venir écouter les souffrances que nous avons entassées pendant toutes ces années au creux de nos hanches meurtries. 

Messieurs je ne vous juge pas en criminels, mais ne me jugez pas en hystérique incapable d’accéder à d’autres espaces de l’expression que celui de la passion et de l’emportement sans fondement.

Il nous faut entreprendre une resubjectivation des femmes, et cela se fait avec le corps. Sujet, objet ; sur ce thème, il y a un texte de Sartre qui vient me tabasser le cœur à chaque fois que je le lis. Ce texte, c’est Orphée Noir. Il y dit : 

Qu'est-ce donc que vous espériez, quand vous ôtiez le bâillon qui fermait ces bouches noires ? Qu'elles allaient entonner vos louanges ? (…) Voici des hommes noirs debout qui nous regardent et je vous souhaite de ressentir comme moi le saisissement d'être vus. Car le blanc a joui trois mille ans du privilège de voir sans qu'on le voie (…). L'homme blanc, blanc parce qu'il était homme, blanc comme le jour, blanc comme la vérité, blanc comme la vertu, éclairait la création comme une torche, dévoilait l'essence secrète et blanche des êtres. Aujourd'hui ces hommes noirs nous regardent et notre regard rentre dans nos yeux ; des torches noires, à leur tour, éclairent le monde et nos têtes blanches ne sont plus que de petits lampions balancés par le vent. 

Le bâillon a été ôté de nos bouches, ce n’est pas pour venir vous consoler de devoir repenser votre masculinité ébranlée. Ce n’est pas pour reproduire encore et encore cette scène éternelle ou vous parlez et nous écoutons. « Il était regard pur » ; cela n’est plus. Nous avons retrouvé les couleurs de notre propre existence, et je peux vous assurer que nous ne perdrons plus jamais la capacité de voir ; nous n’oublierons plus comment sortir notre corps de l’immobilité traumatisée. 

Nous autres qui avons vécu la domination au plus profond de notre corps, nous avons besoin de notre corps pour remonter à la surface de notre existence désormais émancipée ; besoins de nos cordes vocales éraillées par la souffrance pour vous dire que « nous sommes femmes, féministes, radicales et en colère ». 

Et vous tremblez d’entendre l’écho de nos corps réveillés. Et vous tremblez de voir que ces corps là ne font pas qu’encaisser ; et indignation suprême : en se réveillant, ces corps ne dialoguent pas posément : non, ils hurlent, ils accusent, ils dansent et chantent les psalmodies des couleurs retrouvées. 

Le mot « violence » ressurgit dans vos bouches comme une ultime barrière stratégique : au-delà de la violence point de discussion possible. Elles ont dépassé les bornes consciencieusement établies par les règles de l’Homme. Le Masculin revient au galop et nous charge pour nous empêcher d’être violentes. 

Continuez donc de nous mettre au sol pour nous empêcher d’être violentes, mais nous n’arrêterons plus de vous signifier notre colère. Dans la rue, dans notre maison, dans nos lits et au seuil de votre pénis impatient. 

Nous serons en colère, et c’est avec notre intériorité passionnée, c’est par notre corps lourd de ses traumatismes que nous interviendrons dans l’espace politique. 



* Anaïs Rey-cadilhac, 25 ans ; intérêt pour la littérature, les sciences sociales et l’interculturalité de manière générale. 
Après des études à Lyon, je vis actuellement à Montpellier ma ville d’origine où je donne des cours de FLE (Français Langue Etrangère).





[fr] Melissa Nefeli - Non-binaires

NBi, “Enby” comme non-binaire, comme un monde sans frontière, métissé, nuancé, non-figé, changeant, fini les films en noir et blanc, il est temps de sortir de nos enclos, de faire péter les barreaux !
 
On veut nous mettre dans une cage, ça facilite la pensée, la compréhension de ce monde si complexe et infiniment diversifié. Fille ou garçon ? Comme une prison banalisée, un article de supermarché, on naît avec un matricule, une étiquette sur le nez ! Pourtant, beaucoup se sentent ou se croient libres dans leur cellule, d’autres n’en voient même pas les murs (n’ayant jamais connu que ça), c’est leur zone de confort, leur aurore et leur crépuscule. Et quand on en sort, qu’on parvient finalement à s’extirper de ce placard étriqué, c’est souvent pour entrer dans une autre armoire, certes plus adaptée à notre personnalité, comme pour nous rassurer dans un monde où toutes nos identités doivent être déclinées, figées, étiquetées…

On a toujours peur de l’inconnu. Sauf que cette fois l’inconnu c’est toi-même. La seule chose que tu connais c’est la société et ses cases, ses rôles, tu les as appris toute ta vie. Tout ce que tu croyais être vrai et faire partie de toi sont en fait une construction sociale apprise, ancrée dans nos cerveaux, dans nos cœurs, dans nos corps, qui me dit comment m’habiller, qui je dois aimer, qui dicte mon caractère et mes pensées, ce que je suis, ce que j’étais, ce que je serai... Ce n’est même plus une question de peur, de honte ou de fierté, c’est un système de pensée à reconstruire tout entier, une langue, une société, au-delà de la binarité.
 
Je voudrais que les caractéristiques physiques ne soient plus des facteurs qui nous déterminent. Si ça te choque qu’on nous discrimine par une quantité de mélanine, que dis-tu du fait qu’on nous réduise à un taux d’hormones ou à un chromosome, que chaque jour on te demande ou te scande ce que tu as dans l’entrejambe ?

Pourquoi vous voulez savoir ça ? Te le dire, c’est me définir. Je n’ai pas besoin de tes cases pour savoir qui je suis. Les mots donnent du sens, aident à se (faire) comprendre, se (re)connaître, se sentir entourae d’une communauté. Mais on n’a pas toujours un mot qui nous définit et c’est ok d’en changer aussi, ne pas s’y sentir enfermae à vie.  Aujourd’hui, « enby » me suffit, je ne suis ni elle ni lui, sans modèle prédéfini. Je peux être à la fois elle et lui, parfois elle et parfois lui, ou autre chose aussi. Tu es ce que tu vis, ce que tu ressens, ce que tu choisis !

De Mars ou de Venus ? Es-tu verge ou utérus ? Ce n’est pas ce qui te définit, toi tu as toute la Galaxie ! [1]. 

Je suis non-binaire parce que c’est le mot qui m’a enfin permis d’expliquer mon ressenti, sans m’imposer un mode de vie. Le genre et ses cases m’ont toujours fait violence, je ne me reconnais pas dans leur existence. La non-binarité me donne enfin le droit d’exister. 

Ce n’est ni seulement politique, ni seulement personnel. Ce n’est pas une question de mode ou d’appellation individuelle, tu peux m’appeler “al”, “iel”, “il” ou “elle”, du moment que ça t’interpelle ! J’ai de la testostérone et des œstrogènes comme toi, comme lui, comme elle, comme iel aussi.
  
S’il n’y a plus de caractères binaires ou de rôles assignés, tous les genres seront reliés à une même identité, celle de l’humanité dans sa diversité. Les genres n’auront plus lieu d’exister, car le sexe ne sera plus un facteur pour nous distinguer. Chacun•e sera libre de s’exprimer, de se décider, de s’affirmer, de se changer à volonté, intérieurement ou extérieurement, sans peur et sans jugement.
 
Toustes les mêmes et toustes différent•e•s, rien n‘est tout noir ou tout blanc, pas besoin de choisir ou de te définir, tu es métissae, non figae, changeanx. Tu es l’arc en ciel, le caméléon. La réalité est un spectre de lumière qui irradie l’infinité des couleurs de la vie !

    -       Quelle confusion ! Me direz-vous.
    -       Notre fonctionnement cognitif cherche toujours à simplifier et à catégoriser le monde complexe. Mais quoi de plus simple que d’accepter la catégorie d’humain•e, de personne, sous toutes ses formes, gros, petit, noir, blanc, en fauteuil roulant, avec ou sans lunettes, avec ou sans poils, avec ou sans seins, avec ou sans papiers, peu importe d’où iel vient...
 
    -       On ne peut plus se fier aux apparences ! Rétorquerez-vous.
    -       Si, vous êtes à peu près certain•e que vous avez une personne en face de vous ! Le reste est-il vraiment important ? Et heureusement que ma biographie n’est pas écrite sur mon front, sinon vous n’auriez aucune question à me poser, nous n’aurions rien à nous dire, rien à apprendre l’un•e de l’autre. Vous n’auriez qu’à me voir et voilà, la case est cochée !
 
Le langage aide à la réflexion, mais il limite aussi, met des frontières, des catégories, parfois là où il n’y en a pas. Nous sommes toustes prisonnier•e•s de notre culture et de notre langage, qui conditionnent notre manière de percevoir la réalité. Certain•e•s la voient floue, d’autres en 2D, en 3D ou plus si affinités... Alors qu’il suffirait d’enlever nos lunettes et d’accepter le monde tel qu’il est, dans sa complexité et sa diversité.
 
    -       Mais alors, on ne peut plus rien dire, plus rien nommer, ni qualifier... ?
    -       Bien sûr que si. Notre capacité à décrire, l’art, la poésie, le souci du détail seront toujours là. Mais est-il nécessaire, à peine je mentionne une personne, de donner systématiquement le détail de son entrejambe, de son genre assigné ou apparent ? Le fait est que notre actuel langage binaire oblige à genrer toute personne dès le premier mot de la première phrase, du moins dans la langue française où le pronom est obligatoire (à la différence de l’espagnol) et où tous les adjectifs s’accordent selon un genre (à la différence de l’anglais). Mais la langue évolue chaque jour, et l’Académie finira par s’adapter, de force ou de gré !
 
    -       Ok. Donc le genre est une construction sociale et les comportements qui y sont associés ne sont pas innés. Mais les femmes sont quand même des femmes et les hommes toujours des hommes, l’aspect biologique on ne peut pas le nier ?
    -       C’est beaucoup plus complexe qu’il n’y paraît. Le sexe en lui-même n’est déjà pas binaire à la base. Beaucoup de personnes naissent intersexe et subissent des mutilations génitales et/ou un traitement hormonal pour les faire rentrer dans la « norme ». Ce n’est pas non plus une question d’hormone puisqu’une femme peut avoir plus de testostérone qu’un homme. Même nos chromosomes ne coïncident pas toujours avec notre sexe assigné, alors peut-on encore vraiment diviser l’humanité en 2 identités ? 
 
    -       Mais… la pensée non-binaire ne va-t-elle pas desservir la cause du féminisme ? En niant les différences hommes-femmes et prônant une pseudo-égalité, ne risque-t-elle pas de nier ou d’invisibiliser la domination du patriarcat ?
    -       La non-binarité est avant tout un ressenti (ou de multiples ressentis !), un sentiment individuel à la fois émotionnel, corporel, social et relationnel. Mais elle est aussi un idéal vers lequel avancer, un horizon social, politique, culturel, langagier, …une utopie ? Peut-être, mais ce sont nos rêves qui bâtissent le monde de demain ! D’ailleurs, l’égalité n’est pas synonyme d’uniformisation, c’est au contraire une égalité de droit et de traitement, l’égalité dans la diversité. Donc ce que demandent aussi les féministes ! Car l’essence même de la non-binarité rejoint le féminisme de Simone de Beauvoir, du questionnement des rôles de genres qui ont mené pendant des siècles à l’oppression des femmes, mais aussi des personnes trans, intersexes, queer, non binaires, ou de toute personne qui « dévie » de la norme hétéropatriarcale. Aujourd’hui fort heureusement, la plupart des mouvements féministes incluent et marchent avec les diversités de genres, de sexes, de sexualités et de relations. Ces luttes sont intersectionnelles, non-excluantes, elles ne doivent pas s’atomiser, mais s’additionner, se croiser, se rétro-alimenter.
 
J’imagine un monde où il n’y ait plus aucune socialisation genrée, où les enfants puissent grandir comme des personnes et développer leur propre personnalité, où tout le monde parle au neutre par défaut en rencontrant quelqu’un pour la première fois...  Je ne cherche pas à nier les oppressions mais au contraire, à y trouver une solution, à viser un idéal vers lequel tendre, un horizon. En attendant il faut lutter dans notre triste réalité binaire et divisée, lutter pour s’unir, s’unir pour lutter, contre toutes les oppressions, en toute adelphité, en intersectionnalité, dans la diversité, s’entraider, se comprendre et se libérer ! Que le système de genre, le patriarcat et le capitalisme tremblent… car nous allons marcher et créer ensemble !

[1] Extrait de la chanson « Ni elle ni lui » - Kawïn (sortie fin 2021).
 

* Melissa Nefeli
Auteurice compositeurice interprète, chanteureuse et bassiste du groupe KAWÏN (Chanson franco-chilienne engagée). Également titulaire d’une double Licence en Psychologie et Sociologie, de Master 2 en Psychologie Sociale et en Didactique des Langues (FLE). Co-fondateurice d’un collectif féministe libertaire au Chili où al a vécu 8 ans.




[esp] A. Michelle Rosas Martínez - Ciudad morada

Jacaranda, mi bella Jacaranda
Flor morada 
En febrero 
Y en primavera, en mí
Explotas las calles de morado

Mi bella flor morada
En febrero 
Y un mes después, en mí
Sales de morado 
La ciudad ahora es una enorme Jacaranda  

Jacaranda, mi bella flor morada
Árbol hipnótico 
Fuertes raíces 
Impones ante todos
Que es tu momento 

Aun si en verano u otoño
El morado se ausenta
Sigues siendo siempre
Mi bella Jacaranda
Hermosa flor morada 

Mi bella ciudad morada 
Jacaranda
Te quemaron las ramas
Te talaron del suelo
Destruyeron tu presencia 

En febrero 
Y un mes después 
Y una eternidad después
Te buscamos, gritamos tu nombre
Mi bella ciudad morada

Árbol morado, flor morada
Arrancaron tus pétalos violáceos 
No te encuentran en la calle
Ya no hay flores ni hay febrero
¿Qué te hicieron, mi bella flor morada?



No estás tú, pero estamos todas
Talaron el árbol, no las raíces
Creces fuerte en febrero, creces fuerte en mí
Hermosa Jacaranda, conviertes toda la ciudad
En morada

Tuya es la ciudad, hermosa Jacaranda
Árbol morado, pétalos hipnóticos 
Jacaranda morada en mí
Píntalo todo de morado
Píntame a mí.



* Ana Michelle Rosas Martínez es diseñadora gráfica, entre otras cosas. Oriunda de Ciudad de México, vive en Lyon, Francia desde el verano del 2019. Actualmente estudia Diseño Gráfico en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de Lyon.




© 
A. Michelle Rosas Martínez.




[esp] Andrea Balart-Perrier - Situation : la mère

Lo peor creo, de ser mujer, es tener útero. Así es como lo he vivido yo. No estoy hablando de sangrar todos los meses. Uno termina, por supuesto, por acostumbrarse. Inventaron maneras de lidiar con eso de forma bastante simple. Lo que todavía no se ha inventado es la posibilidad de tener útero y no ser bombardeada la mitad de tu vida con la posibilidad de rellenarlo. Si ese destino te acomoda, fantástico, vas con la corriente del río, nadie intenta detenerte. Si tu destino, por el contrario, es crear libros, es tan molesto como una pantalla con publicidad: ruido. 

En vez de concentrarte en lo que quieres decir, tienes que atender a los escaparates porque el ruido te sobresalta y te interrumpe. En cambio los libros que proyectas suscitan menos interés, y ese programa parece que no lo miran. Todavía no entiendo por qué. ¿El hecho de tener ese órgano en tu cuerpo, acaso, implica que tu cerebro es menos relevante? ¿Significa que sí o sí tienes que utilizarlo para poblar al planeta sobrepoblado? También tengo piernas, pero no me entrené para ir a las olimpíadas. Y sin embargo nadie me ha preguntado por qué no lo hice.

Tuve un día la ocurrencia de casarme. La fiesta fue maravillosa. Lo mismo la luna de miel. A continuación, sucedió un fenómeno extraño: perdí sustancia y todo se volvió transparente, salvo un hecho innegable: tenía un útero dentro de mi cuerpo. Mi marido comenzó a dirigirse directamente hacia él, y mi cara perdió forma. No había manera de zafar de aquel hecho incontestable: si tienes un útero, sirve para algo y esa realidad no se puede evadir. El ruido es tan fuerte, ensordecedor incluso después de comprometerte con alguien, que acaba por adherirse a ti. 

Sucede lo peor que puede acontecer: por un instante te preguntas si ese escenario sería algo deseable. Pero las respuestas ya las tienes. Siempre las has tenido. Lo que te interesa está en tu cerebro, y sigue ahí. Cubres tus oídos para no oír las pantallas encendidas, le haces ver a tu marido que la temática te queda grande y lo que hay en ti son libros, y nunca te has planteado la posibilidad de hacer alguna otra cosa que no sea eso. El ruido crece y crece, no hay cómo escapar. Años después agradeces que tu cuerpo haya estado alineado con tu cerebro lleno de libros y se haya negado a engendrar cualquier otra cosa. El alivio es sideral. Le muestras a tu marido todos esos libros que él intentó dejar tras la puerta, los tomas y te vas. No había manera de ocultarlos. El destino de una escritora es incluso más fuerte que el ruido. Es de vida o muerte. O te vas o morirás, crees. ¡Además morir sin libros! no hay destino más trágico que los libros por escribirse que se esfuman. 

Muy lejos ya, de todo eso, llega un nuevo momento también muy incómodo: el ruido se dispara cuando tu edad implica que tu órgano puede volverse ineficaz para su función. Y eso, combinado con que estás apasionadamente enamorada de tu nuevo marido, hace que vuelva a suceder el peor escenario: te preguntas si esas decisiones que esculpiste en la piedra tienen todavía esa calidad de inmóviles. El clamor tiene que ser muy fuerte para considerar que una piedra pueda volverse flexible. Así de invasivo es el patriarcado. Te entra por todos los poros, y lo único que quieres es escribir tranquila en tu cuarto propio. Y viajar, ir a conciertos, al cine, a tomar café, con tu marido, con amigas, o sola.

Ante la inminencia de la supuesta fatalidad de que el órgano indeseado pierda su productividad, consideras algo insólito: ¡guardar unas pequeñas muestras que custodiadas bajo cero podrían aún un día crear un hijo que en realidad no quieres! Primero te envían a investigar si los canales que conducen esas pequeñas muestras de tu cuerpo hasta el útero están abiertos o cerrados. Un examen en el que te inyectan un extraño líquido con una pistola por la vagina y en una pantalla se ve si la sustancia tiene a bien avanzar o no: pocas veces has sentido un dolor así. Tanto así que cuando horas después estás en tu casa y la anestesia decide acabarse, te baja la presión a cero, todo se detiene y terminas internada en urgencia. El mensaje está claro: tu cuerpo no quiere ni puede cumplir ese destino impuesto. 

Pero aún hay más. Como si no fuera suficiente, porque no vaya a ser que después quieras, algo que nunca has querido, accedes al extrañísimo procedimiento, llenar tu cuerpo de hormonas para luego dejar detenidas en un armario de hielo esas muestras de tu cuerpo esperando nada. Al segundo día de tan singular procedimiento, despiertas deforme, convertida en un gigante egoísta cíclope que no puede levantarse de la cama. Tienes un ataque de nervios y dado lo evidente, decides, por fin, por fin: dejar de lado de una buena vez y para siempre todo el ruido que te han infligido y te infligiste por equivocación y dedicarte a rellenar en cambio, sin culpas y sin dolor, lo único que siempre has querido rellenar: páginas. 

No hay mayor alegría para la escritora que aquel momento en que el ruido se apaga. Y cierras la puerta. Te preparas un té. Y todas las ideas brotan. Como helechos desesperados, invadiéndolo todo. Y las orquestas silenciosas urden estrategias en tu alma. Maniobras subversivas compuestas de peces que nadan en el agua. El ruido se transforma en música. Y esa melodía a continuación se convierte en palabras, en ritmos sincopados y complicadas partituras para modificar el viento y la corriente. 

De algo estoy segura, no me he rendido ni me he resignado, afortunadamente, a la propuesta ajena: Mi destino es la literatura y es incompatible con cualquier otro.  Como dijo Simone de Beauvoir: ningún fantasma afectivo me incitaba a la maternidad. No me parecía compatible con el camino en el cual me internaba: sabía que para ser escritora tenía necesidad de mucho tiempo y de una gran libertad. No me molestaba jugar a la dificultad; pero no se trataba de un juego: el valor, el sentido mismo de mi vida, se encontraba sobre el tapete. Para arriesgarme a comprometerlos hubiera sido necesario que un niño representara para mí una realización tan esencial como una obra: no era el caso. […] Por la literatura, pensaba, se justifica al mundo creándolo de nuevo en la pureza de lo imaginario y al mismo tiempo uno salva su propia existencia; parir es aumentar en vano el número de seres que están sobre esta tierra sin justificación. […] Mi vocación no soportaba trabas y me retenía ante cualquier proyecto que le fuera extraño. Así mi empresa me imponía una actitud que ninguno de mis impulsos contrariaba y sobre la cual nunca sentí la tentación de volver atrás. No he tenido la impresión de rechazar la maternidad; no era mi destino; al quedar sin hijos, cumplía mi condición natural. 

No pienso seguido en esto, pero cuando lo recuerdo, agradezco sinceramente que nunca se materializó la delirante idea de coartar a la literatura, con otros menesteres. Agradezco a cada uno de mis óvulos que no quiso encontrarse con ningún espermatozoide y dar rienda suelta a una condición que no era la mía. A cada pequeña píldora que se interpuso en el camino de ese encuentro, por años. Cada momento de recordar este pequeño gesto que no sucedió es una celebración. Un reconocimiento al azar benevolente y alineado con las obras por existir. Siempre que estoy frente a la hoja vacía, y la voy rellenando, siento que todo lo que he hecho ha tenido sentido. Hasta lo más difícil. Y sueño, y trabajo, porque a las escritoras del mañana les sea más fácil, y se vean enfrentadas a menos ruido causado por el azar de haber nacido con un útero. ¡Viva la libertad y la literatura! ABAJO EL PATRIARCADO. 



* Andrea Balart-Perrier es escritora y abogada de derechos humanos. Activista feminista, cofundadora, codirectora y editora de Simone // Revista / Revue / Journal, y traductora (fr-eng-esp). Nació en Santiago de Chile y vive en Lyon, Francia.




Simone: una presentación

Andrea Balart-Perrier
Lyon, 27 de marzo de 2021


Con una emoción desbordante y un entusiasmo sin límites, les presentamos nuestra revista feminista, literaria y activista: SIMONE. 

Lo primero, agradecer a mi compañera infatigable de batallas, Piedad Esguep Nogués, una mujer fuera de serie que nunca se rinde, y con quien tengo la suerte de compartir la dirección de la revista. 

En segundo lugar, agradecer, con una sinceridad profunda y una reverencia casi sagrada, a todas las mujeres que se dieron el tiempo de sentarse a reflexionar acerca de nuestros tiempos feministas, y enviaron sus maravillosos textos para poblar de bienaventuranza una plataforma que busca ser lucha y aire fresco para nuestros confinados y modelados cerebros. 

Textos que tendrán la suerte de leer desde hoy y durante los días por venir.

Esta maravilla de espacio, llega hasta ustedes en forma de blog, redes sociales, y más adelante libro digital para leer e imprimir, y llevar junto a nosotros en los momentos más negros y más chispeantes y detergentes, como dijo Jorge Díaz en El velero en la botella, o incluso bucólicos y deshilvanados, como también dijo, en definitiva: en todos. Porque, ¡qué curioso! ¡qué extraño! ¡y qué coincidencia! como dijo Eugène Ionesco, todos vivimos en el quinto piso, en el departamento número 8 del espacio. Es más, ¡vivimos en la misma habitación y hasta dormimos en la misma cama! ¿En serio?

Por esto, ¡qué mejor que dialogar entre nosotrxs! Qué gran oportunidad. Así es que Simone, que es un libro, une livre y a book, te invita a dar tu opinión, en el idioma que mejor se acomode a tu cerebro, o en el que se acomode menos si te gustan los desafíos o estás aprendiendo otro, en todas las plataformas que se abren para tu creatividad.

Y además, y esto es realmente clave, te invita a ESCRIBIR (si eres mujer, conforme la definición que quieras dar a esta palabra) un texto donde de manera libre, digas, de una vez, todo eso que hay que decir. Porque como ya lo dijo Simone de Beauvoir, la creatividad es aventura, es juventud y libertad. 

Sin olvidar, claro está, el carácter de nuestro impulso: feminista, literario y activista.

Unamos las luchas de todo el orbe, compartamos lo de allá, acá, y viceversa, feministas unidas (más necesario que nunca cuando las circunstancias nos roban nuestra trascendencia, como bien dijo Simone de Beauvoir), NO HAY MEJOR FUTURO QUE EL QUE SE CONSTRUYE COLECTIVAMENTE. TE ESPERAMOS.


Simone // Revista / Revue / Journal

Fundada y dirigida por Andrea Balart-Perrier (Lyon) y Piedad Esguep Nogués (Bcn)
Edición: Andrea Balart-Perrier
Fotografías: Andrea Balart-Perrier (Lyon) y Piedad Esguep Nogués (Bcn)
Diseño: Andrea Balart-Perrier